Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

lunes, 28 de septiembre de 2015

Adiós, pipo Birule

La muerte nos sacude cuando nos toca muy de cerquita. Murió uno de mis cuatro abuelos: Birule. 

Dirán que la vida es así, que ya era tiempo, que tenía 93 años, que disfrutó de la vida, que la vivió a su ritmo. Pero igual, duele.

No se llamaba Birule, sino Bartolo Hernández, pero en el batey del Kilómetro 8 de la carretera a Arroyos de Mantua, en Pinar del Río, donde vivió toda su vida, y donde casi todos eran familia suya por alguna parte, nadie sabía su nombre verdadero.


Siempre fue Birule. Birule el jodedor, el de los mil cuentos, el ocurrente, el del paso lento. Birule el revolucionario, el comunista de los que ya no quedan. Birule.

Llovió todo el día y toda la noche durante el velorio de Birule. Y llovió durante su entierro. Dicen que cuando alguien muere y llueve así es porque era una persona muy buena. Y sea o no cierta esa creencia, Birule sí era lo que se dice un alma de Dios.

Fue velado en la casa, como es costumbre en algunas zonas rurales de Cuba todavía. Y su velorio parecía una concentración popular. Una concentración popular de amor. Acostado en la caja, mi abuelo Birule parecía vivo.

Yo no lo veía mucho, como a mis abuelos paternos que me criaron. De niña y adolescente, todos los años en las vacaciones. Luego de vez en cuando, porque Matanzas está lejos y uno se va complicando la vida.  

Recorrí muchos kilómetros este sábado en la noche para despedirme de pipo Birule. La vida es del carajo. tanto que deseé ir para verlo vivo, y tener que verlo tendido en una caja.

No me gusta ver a la gente muerta. A veces es mejor quedarse con el recuerdo de cuando estaban vivos. Pero hacía un tiempo que no veía a pipo. Hay muertos qus asustan, que resultan deprimentes. Pero pipo Birule parecía vivo. El mismo rostro apacible de toda la vida, los ojos chinos chinos, la boca un poco ladeada. Parecía que iba a depertar y decirme cualquier genial disparate de esos que solo a él se le podían ocurrir, o a mover una mano y darme un pellizco.

Mi abuelo Birule murió, y su muerte me estremece.

Ya lo sé, es un privilegio tener 37 años y poder disfrutar de los cuatro abuelos. Pero, coño, cómo duele saber que a partir de ahora se irán yendo uno a uno.

Duele demasiado.

Pipo Birule y mima Juliana, con hijos, nietos y un bisnieto, mi César

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor... comentarios maduros, inteligentes y respetuosos...