Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

viernes, 16 de octubre de 2015

Candito me estremeció

Cándido Domínguez llevaba varios años con alzheimer. Es triste no recordar cuando hilvanar ideas y palabras es lo mejor que sabes hacer, cuando tu oficio te exige precisamente, buena memoria. Hace unos años una operación de cadera le aceleró el proceso de desmemoria y desde entonces fue dejando de conocer a la gente cercana.

Cándido tenía 74 años y fue periodista toda su vida. Falleció de una bronconeumonía, al lado de sus seres queridos. Sería absurdo repetir el lugar común "falleció tras una larga y penosa enfermedad". Cándido mismo no lo permitiría; una noticia sin sus elementos principales no es noticia.

Cuando me gradué de periodismo y vine a trabajar al periódico Girón, Cándido era el jefe de la corresponsalía de la Agencia de Información Nacional en Matanzas. Nunca tuve tanta cercanía con él, a no ser la de coincidir en coberturas o llamarnos de vez en cuando para confirmar detalles de una información. Alguna que otra vez salí a trabajar con él en el Niva de la AIN, cuando esa y otras formas de colaboración eran una práctica más común en los medios matanceros.

Pero entre los dos había empatía, solo por ser periodistas y andar más o menos por la misma cuerda. Siempre lo admiré, y eso bastaba.

Cándido era el prototipo clásico del periodista: vestía de forma desenfadada, no le importaban mucho los detalles, llegaba tarde a las coberturas, podía ser burlón e irónico, enemigo de la mediocridad y con un olfato especial para la noticia.

Era capaz, como algún otro colega sagaz que aún está entre nosotros, de escribir la mejor de las informaciones sin haber estado en el lugar de los hechos, con solo levantar el teléfono e indagar por lo principal. Y uno se preguntaba luego, cómo coño su noticia era mejor si él no estaba ahí. Entonces no comprendía, pero hoy sé que es una mezcla de habilidad y experiencia, que aún no alcanzo y tal vez nunca lo haga.

Luego, cuando “por cosas del Orinoco” me fui a trabajar a Radio 26, veía a Candito a menudo. A cada rato llamaba para dejar una información, que casi siempre era titular, o venía a grabarla en persona. No es un criterio especializado, pero Cándido tenía una hermosa voz radial. Luego empezó a cojear y le costaba subir las escaleras de la emisora, pero aún si lo hacía. Hasta que llegó la operación de la cadera y luego...

Candito le decíamos todos en el gremio... Candito llevaba años alejado de los medios. La culpa, por supuesto, del alzheimer. Su hija, periodista como él, dejó de trabajar para cuidarlo. Algunos amigos fieles siguieron yéndolo a ver aunque él ya no los conocía. 
Muchos otros, enlodados en la rutina diaria, dejamos de preguntar por Cándido. Las últimas veces que lo vi sentí mucha pena. Aunque ya no estaba tan bien, iba a esperar a la calzada de Peñas Altas, a metros de su casa, a Raquel, su esposa, que regresaba de trabajar en Varadero. Después dejé de verlo, solo sabía que se iba deteriorando con el tiempo.

En el 2011 Cándido ganó el Premio provincial de periodismo Bonifacio Byrne por la Obra de la Vida. Su hija Sahilí lo acompañó ese día. Recuerdo que Marta Fernández le preguntó sobre el premio e hilvanó con alguna coherencia unas palabras de agradecimiento.

Luego nos olvidamos un poco de Cándido., porque preguntar cómo está no es ocuparse de él...
En el entierro de Candito este 15 de octubre estábamos apenas 7 u 8 periodistas matanceros. Su hija, en un arrebato de amor y con una entereza que pocas veces he visto, pidió recordarlo con alegría... Y así lo recordaremos. “Mi papá fue un hombre que se realizó en todos lo aspectos de su vida”, dijo ella con toda la razón del mundo. Es verdad, Cándido tuvo una buena vida.

Pero su enfermedad y su muerte, y lo que hicimos el resto de los periodistas con ellas, me estremecen. Y no solo por Cándido, sino por todos los que venimos atrás, por los periodistas que como él están viejos y pocos se acuerdan de ellos. ¿Así debemos terminar? ¿Es ese el pago por los años de trabajo? ¿Cómo vamos a escribir la historia del periodismo si dejamos que mueran sin haber escrito lo que hicieron? ¿Qué nos está pasando?

Yo me siento muy mal cuando muere alguien que merece más reconocimiento y no lo tiene. Podríamos argumentar que nadie le puede quitar la bailao, y que la vida y la historia se encargan de poner al final a cada uno en su lugar. Pero qué hermoso sería si no dejáramos sola a la vida, y sus compañeros nos encargáramos también de hacerlo.

Candito falleció cuando la Unión de Periodistas de Cuba en Matanzas está en un proceso de “fortalecimiento”… Creo que una manera de fortalecernos como gremio sería reconociendo, reverenciando, respetando y ocupándonos más de quienes han labrado el periodismo matancero antes que nosotros.

Es solo una reflexión. No quiero pensar que estamos perdiendo humanidad o que somos menos sensibles. Vamos a echarle la culpa a los apremios.

Yo, por lo menos, no pienso esperar a que muera otro periodista para ocuparme de él. Tal vez no llevándole comida, que también hace falta… Hay muchas maneras de ocuparse. Yo lo haré a mi forma con lo que tengo a la mano, sembrando en mis muchachos de primer año de la carrera de periodismo el amor y el respeto por ellos, por los viejos...   

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