Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

sábado, 26 de julio de 2014

¡Mi casa tiene calle! (+ Fotos)


Hace meses quería escribir sobre la calle de mi casa. No sobre su nombre, que lo ha tenido siempre: Joaquín Pola; sino sobre el hecho de que por primera vez se le puede llamar calle.

Mi casa no es donde vivo en Matanzas; mi casa está en Colón; es la que construyeron mis padres y donde viví desde los 10 años hasta que me gradué de la universidad.

Mi casa nunca tuvo calle, aunque está en la ciudad de Colón a solo 4 cuadras del parque central, en el reparto El Jardín, un barrio de “nueva construcción” que data de los años 90 del pasado siglo.


Por el frente de mi casa pasaba, hasta que hace unos meses le echaron asfalto por primera vez, un terraplén fangoso, lleno de huecos, que cuando llovía se volvía intransitable.

Ir a la escuela era para los niños del barrio una odisea cada vez que caía un aguacero, algo que pasaba con mucha frecuencia. Teníamos que ir sorteando los charcos o salir en bicicleta.

 A la hora de jugar no nos importaba tanto. Nos divertíamos y éramos felices, a veces ajenos a la suciedad qye dejábamos al entrar en casa o a las peleas de nuestras madres porque cuando no caía una gota de agua, el polvo era insoportable.  

A veces el camino se ponía tan malo que los cocheros no querían aventurarse a entrar con sus coches en el reparto aunque les pagaras más que lo que cobran habitualmente.

Mi casa no era de las más perjudicadas con el asunto del fango, porque es de las primeras cuando desembocas en El Jardín; pero muchos vecinos debían caminar bastante hasta llegar al asfalto.

Mi barrio, como muchos otros en Cuba, fue fruto de una política de extensión de las ciudades, con la construcción de casas para los trabajadores.

Nosotros vivíamos con mis abuelos en el campo, en Cuatro Esquinas (Los Arabos); pero mi papá trabajaba en la Formadora de Maestros de Colón y debía dar los viajes todos los días.

Así que cuando le entregaron el terreno y el crédito para los materiales, fue la mejor noticia del mundo. ¡Los guajiros nos íbamos a vivir para la ciudad!

Mi hermano y yo no habíamos comenzado la escuela cuando a papi le dieron el terreno y ya yo empezaba el quinto grado cuando al fin nos pudimos mudar.

Construir la casa costó “Dios y ayuda”. Mis padres dejaron sus vidas durante 5 o 6 años es esa casa, que aún no se termina. Recuerdo que en ese tiempo hubo menos juguetes y ropa para nosotros porque todo era para la casa. Hasta a mi abuelita Inés se le fueron los ahorritos en esa casa.

Mi papá y mi mamá construyeron con sus manos todo, desde los cimientos hasta la placa. Ambos aprendieron por la fuerza de la necesidad el oficio de albañil.

Cuando nos mudamos en 1989 el baño y la cocina estaban sin terminar (se vinieron a terminar hace muy poco). Pero la casa era grande y mi hermano y yo teníamos nuestro propio cuarto cada uno, aunque en realidad seguimos durmiendo juntos por dos años más, porque yo era muy miedosa.

El barrio seguía creciendo, con trabajadores que como mi mamá y mi papá se desangraban para cumplir el sueño de tener una casa digna. Pero nunca tuvo calles.

Vivimos algunos años incluso sin servicio de agua ni alcantarillado. Con una manguera llenábamos la cisterna, y mi papá y los vecinos de los altos inventaron con unos tubos un sistema que nos conectaba al alcantarillado de la calle más cercana.

Un día comenzaron a abrir los huecos y aunque aquello demoró más de un año, el agua y el alcantarillado se hicieron realidad.

Pero la calle nunca se hizo. Llegó el período especial y con ello el sueño del asfalto se hizo cada vez más lejano. Durante más de 20 años fue la principal demanda de los vecinos al delegado del Poder Popular.

Las rendiciones de cuenta de la circunscripción se hacían frente a mi casa, en pleno terraplén, y él no sabía con qué cara enfrentar nuevamente cada año esa demanda.

Mi abuelo me decía que cuando fuera periodista tenía que hacer un trabajo criticando aquella situación. Pero qué iba a hacer, si hasta las calles principales cada año se ponía peor por la falta de mantenimiento.

Un día, después de hablar mucho de los baches, los periodistas nos cansamos de hacerlo. Hoy todavía el dilema de las calles y su mantenimiento es algo que no parece tener solución a corto plazo.  

Así que mi calle seguía son calle. Siempre corría del rumor de que ahora sí iban a asfaltarla. Pero nada. Venían, echaban un poco de rocoso, pasaban la motoniveladora y se volvían a ir.

A veces el remedio era peor que la enfermedad, porque lo que echaban era más fangoso aún. 

Este año, cuando se decidió arreglar el tramo de la carretera central en Colón, ya nadie se ilusionó con que podían arreglar las calles de El Jardín.

Sin embargo un día sorprendieron a los vecinos y empezaron a rellenar la calle. Es verdad que el asfalto no es nuevo, sino lo que removieron de la carretera central. 

Pero las buenas noticias alegraron a todos. “¡Ya tenemos calle!”, me dijo mi mamá por teléfono y no lo podía creer. Por primera vez podría llegar a mi casa sin preocuparme por si había llovido y cómo estaría el camino para entrar.

Así que la primera vez que fui llevé la cámara y retraté la calle. Me prometí que escribiría sobre el suceso, pero fueron pasando los días y los meses…

Pero ahora que está lloviendo tanto escribo apurada, porque ya las lluvias amenazan con arrastrar el asfalto poco a poco y dejar a mi calle sin calle de nuevo.

Quizás un contén haría que el asfalto quedara firme, pero no hay presupuesto para hacerlo. Los vecinos han pensando en ponerse entre todos y protegerlo, pero la cosa está dura también para los vecinos.

Ojalá hagan algo pronto para que mi casa, que siempre será mi casa, siga teniendo calle.

Imágenes de mi casa y su calle

Mi casa, en la planta baja, construida desde los cimientos hasta la placa por mis padres











Vista general del pedazo de la calle Joaquín Pola como quedó tras echar el asfalto levantado de la carretera central
A veces los cocheros no querían entrar por lo malo del camino, ahora es diferente
El agua, cuando corre rauda hacia abajo, ha comenzado a levantar el asfalto

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