Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

jueves, 24 de julio de 2014

La Radio Llanura de Colón de mis recuerdos

Cuando tenía 11 años entré por primera vez a Radio Llanura de Colón, a la misma casita estrecha de dos plantas que ocupa todavía, pero que entonces me parecía inmensa.

Alguien de la emisora había ido a mi escuela primaria a hacer captaciones para un Círculo de Interés de Radio Difusión y me anoté, más por embullo que por otra cosa.

Luego nos hicieron unas pruebas de lectura y quedé entre los seleccionados para aquella aventura, que fue más que un círculo de interés, un impulso verdadero a mi vocación.


Así un día desperté siendo locutora del programa pioneril Niñito Cubano junto a Yarilys y Leybin, quienes fueron además mis compañeras de travesuras durante los tres o cuatro años que duramos allí.

Norayda Crespo Galindo fue nuestra primera instructora. Si no recuerdo mal, ella era la directora y escritora del programa infantil, y la impulsora en Llanura de ese sueño maravilloso de vincular niños a la radio.

La primera vez que entré a grabar las manos me sudaban a mares. Al principio nos equivocábamos mucho y había que volver para atrás, y volver y volver. Solo hoy soy capaz de valorar el saco de paciencia que tenían quienes trabajaban con nosotros.

Entonces no habían en Llanura las condiciones que existen hoy. No se habían construido los estudios nuevos y sus trabajadores eran como magos que organizaban el tiempo en vivo y de grabaciones para que todo encajara.

Amado Amador era el director, pero siempre lo vimos más como un padre. Cuando uno es niño le teme a la autoridad de las personas mayores. Pero Amado inspiraba otra cosa; inspiraba ternura. Su bondad, la suavidad en sus maneras y la forma en que todos lo querían hacía que nosotros también lo quisiéramos.

Amado nos regañaba a veces, porque corríamos y gritábamos. Éramos niños sueltos en una emisora de radio donde el silencio debía prevalecer. Pero ni eso hacía que le temiéramos.

Un día, quizás nadie lo recuerde, uno de nosotros tocó algo en el control maestro y la emisora salió del aire por unos segundos. Desde aquel momento regularon nuestra entrada allí cuando hubiera programas en vivo.

Recuerdo que como niños curiosos al fin nos gustaba entrar al baño a revisar los objetos perdidos que la gente entregaba en la emisora. En un rincón del baño había zapatos de niños de todos los colores, llaves y carnets. Aquellas cosas eran como un tesoro escondido para nosotros.

Pero los mejores momentos eran las Exposiciones municipales de Círculos de Interés, en el Palacio de Pioneros, que ocupaba un edificio cercano, en uno de los extremos frente al Parque de la Libertad.

Allí montábamos una Radio Base y exponíamos nuestras habilidades frente al numeroso público que acudía cada tarde. Hacíamos un programita que incluía nuestra locución, números musicales y las entrevistas que hacía la periodista (que no era yo).

Por aquellos años los trabajadores de la emisora tenían un uniforme que incluía una guayabera azul claro, y en un gesto de desprendimiento nos las prestaban cuando llegaban las exposiciones.

Como yo era de las más espigadas me tocaba la guayabera de Alminda, la fonotecaria, otra persona maravillosa que nos acogió con amor. Con aquel atuendo nos sentíamos seres grandes e importantes.

Nosotros con aquella edad nos codeábamos con Justino el periodista y con Tony, Amarilys y Humberto, los locutores…

Varias veces fuimos reconocidos en aquellas exposiciones, que eran como una fiesta para todo el pueblo, pues asistían no solo niños y adolescentes, sino los padres, y terminaban con un bailable.

A Norita, como le decíamos cariñosamente a Noraida Crespo, le sucedió como instructora Gladis Méndez, otro ángel que nos mandaron para hacer mejores nuestros días en Llanura. Gladis era chiquitica y bonita y nos entendía a la perfección. ¡Qué más podíamos querer!

Ya en séptimo u octavo grado me había cambiado un poco la voz y dejé de hacer Niñito Cubano. Entonces comencé a grabar un programa para adolescentes, Cita Estudiantil, hasta que me fui a estudiar a la Vocacional Carlos Marx y me desligué de la emisora.

A cada rato pasaba por el frente y sentía la nostalgia de los años infantiles. Luego me fui a estudiar Periodismo a La Habana y cada vez iba menos a Colón.

Cuando regresé a Radio Llanura de Colón de nuevo ya era periodista, recién había comenzado a trabajar en el periódico Girón y me tocó reportar los destrozos del huracán Michelle, que dejó a la emisora fuera del aire por unos días.

Aquella información, que anunciaba el regreso de Llanura, fue una de mis primeras y apareció publicada en un boletín que hizo la editora Girón en noviembre de 2001. El titular era Cuando Llanura regresa a Colón o algo similar.
Luego, cuando la emisora cumplía 30 años, me enviaron a hacer el reportaje por aquella celebración. Pasé un día entero haciendo entrevistas, sobre todo a Amado Amador, quien era entonces el director que más años llevaba en activo como cuadro en la radio cubana.

Ya Clovis (Ortega) estaba al frente del periódico y aquel reportaje nunca apareció publicado, lo cual me pareció una injusticia, no conmigo, sino con el colectivo de la emisora. La edición se dedicó a la emulación por el 26 de julio y el trabajo sobre Llanura quedó en una gaveta donde debe haber enmohecido.

Luego he vuelto muchas veces a Radio Llanura de Colón como miembro del ejecutivo provincial de la UPEC.  Cuando entro tengo la sensación de que soy aquella misma niña pecosa, gordita y pelilarga que quedó encantada con la radio para siempre.

Ahora la escalera, los estudios y las oficinas me parecen más pequeños. En mis años de universidad hice prácticas en Radio Rebelde y luego vine a trabajar a Radio 26, dos emisoras que ocupan edificios grandes con estudios inmensos.

Sin embargo, no hay en todo el sistema nacional de radio para mi otra emisora como Llanura de Colón. Es verdad que ya cumple 40 años, pero en mis recuerdos sigue siendo la misma de siempre, un lugarcito pequeño, lleno de calor humano y de talento, que se renueva cada día.

Cada vez que la emisora gana un premio o alguien habla bien de ella en mi presencia, siento un orgullo especial. Y cuando tengo que poner un buen  ejemplo, siempre la menciono.

Nunca volví a Colón para trabajar en Llanura. Quizás debí hacerlo cuando me gradué, para pagar la deuda inmensa que tengo con la emisora.

Sin embargo recién acabo de tutorear dos tesis de grado relacionadas con ese medio local, que ojalá sirvan para algo. Y allí, en ese lugar que nunca ocupé, están Tania, Wendy y Marlevys, mis estudiantes de periodismo (Tania lleva un año ya y las otras dos comienzan en septiembre),  quienes hacen que aunque sea un poquito, yo pague mi deuda con Radio Llanura de Colón.

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