Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

lunes, 26 de julio de 2010

Mario Muñoz puso sus sueños en las manos de Fidel

Mario Muñoz , el médico del Moncada
Es un misterio para los historiadores lo que sintió Mario Muñoz Monroy, el médico del Moncada, cuando se enteró de que la acción grande iba a ocurrir el mismo día de su cumpleaños. Pero dicen que cuando, estando en Santiago de Cuba, previo al ataque, supo que había llegado la hora cero, le dijo emocionado a Fidel: Te felicito. ¡Qué fecha has escogido! ¡Hoy cumplo 41 años y los pongo en tus manos que tienes 26!


¿Quién fue Mario Muñoz, el Médico del Moncada?

Mario Muñoz nació en Colón, en la provincia de Matanzas, en 1912. Su padre fue el fotógrafo Marceliano Muñoz, de cuyo lente salieron casi todas las imágenes tomadas de la ciudad y sus alrededores por aquellos años. La posición ganada, a base de esfuerzo e ingenio por su padre, le permitió al pequeño Mario vivir una niñez y juventud holgadas.

De Marceliano heredó la preocupación y laboriosidad en el estudio. En 1934 matriculó Medicina en la Universidad de La Habana, pero esta cerró y hasta 1936 no reanudó la carrera.

En los dos años en que se vio obligado a volver a Colón Mario se integró a la lucha municipal. Cuentan que un 26 de julio también, pero de 1933, participó en la colocación de una ofrenda floral a los hermanos Álvarez, asesinados por la guardia rural durante la tiranía machadista. En la cinta de la corona podía leerse: “A los hermanos Álvarez, de tus hermanos que vengarán el crimen”.

Además, tomó parte en sabotajes como la tala y colocación de postes telefónicos sobre la vía férrea en el tramo Colón-Los Arabos, que paralizó el tránsito por algunas horas. Durante ese tiempo también escondió y distribuyó, junto a otros, la publicación Alma Máter, proporcionada por integrantes del Directorio Estudiantil Revolucionario matancero.

Al graduarse de médico en 1942, había bebido la savia del ambiente universitario en una de las etapas más ricas de la historia de Cuba. Durante la carrera lo habían apodado “el viejo”, por el precoz encanecimiento de su cabello, pero al comenzar a trabajar en Colón Mario Muñoz se ganó el sobrenombre de “berrinche”, porque, según testigos, protestaba contra todo lo mal hecho.

Cuando fue presidente del hospital San Fernando, el único de Colón por aquellos tiempos, denunció públicamente la situación deplorable en que se encontraba: desatendido, carente de médicos y medicinas, que debía tener 80 camas y nunca pasó de las 40. Pero los compañeros de oficio, manipulados por la politiquería, censuraron su conducta crítica y motivaron su renuncia a la presidencia.

Como médico fue Mario un vanguardista notable. En su clínica particular llegó a tener equipos de laboratorio, rayos X y fisioterapia, que eran lo más novedoso de la época. También imprimió un pequeño folleto didáctico titulado: “El desarrollo de los dientes del niño”, y fue el segundo en aplicar transfusiones de sangre en el municipio.

Como hombre preocupado por el desarrollo local también estuvo en la delantera. Poseyó el primer televisor de Colón y tomó una fotografía, que aún se conserva, del patrón de prueba de la transmisión televisiva inicial en Cuba. Además, participó como tesorero y gestor de la construcción del aeropuerto en las afueras de la ciudad, de donde despegó muchas veces en su avioneta particular.

El humanismo distinguía a Mario, según contaba Julio Ángel Collazo, historiador y amigo de su hermano Roberto. “No solo atendía en su consulta a los más necesitados, sino que era el primero en irse a tirar cubos de agua ante cualquier incendio, a falta de cuartel de Bomberos. Durante una inundación, ocurrida en Colón el 3 de julio del propio año 53, lo encontraron en la calle Mesa, muy cerca de su casa, con una soga, ayudando a cruzar a los que habían quedado del lado más profundo”.

Así era el Mario que liquidó todas sus deudas y encargó el cuidado de su esposa y sus dos hijas a su amigo Bartolomé Soler, antes de partir el 25 de julio de 1953 hacia Santiago de Cuba, para al otro día Asaltar la Historia.

El revolucionario comprometido

Planta de radio de Mario Muñoz
Su conexión con la ortodoxia, partido al que perteneció Fidel, comenzó en 1948, y esto se explica por su admiración hacia la figura de Eduardo Chibás y la coincidencia con sus ideas.

La mayor radicalización de su pensamiento se produce tras el suicidio de Chivás, y se completó con su reacción ante el golpe militar del 10 de marzo de 1952. Gustavo Hernández, amigo y compañero de lucha, cuenta que ese día se lo encontró temprano. Sus palabras fueron: “¿Qué te parece? ¡Ese jinete metido otra vez en Columbia! Tenemos que hacerle la vida imposible”.

Desde entonces Mario se unió al ala izquierda de la ortodoxia, en la cual despuntaba al frente un joven abogado holguinero, Fidel Castro Ruz.

De sus encuentros con Fidel se dice que fueron varios. El 23 de abril y el 4 de mayo se vieron en Colón para encargar la construcción de dos plantas de radio, que se operarían clandestinamente en La Habana.

Entre el 5 y el 15 de abril Mario y Fidel se reunieron nuevamente en Matanzas y se cree que es cuando Fidel le comunicó la preparación de la acción armada, porque al regresar a Colón le encargó a Gustavo Hernández la selección de cuatro jóvenes para comenzar su preparación física y entrenamiento en el manejo de armas. Así se formó la única célula matancera de los participantes en el asalto al cuartel Moncada.

El 25 de julio, a las seis de la mañana, el automóvil en que viajaba Fidel hacia Santiago de Cuba se detuvo en un servicentro de Colón, donde lo esperaba el médico. Se despidieron, y poco después salió este con el mismo destino, conduciendo su Chevrolet negro. Antes de llegar a Placetas recogió a Julio Reyes Cairo, otro de los matanceros atacantes al Moncada.

Dicen que las últimas palabras cruzadas con el líder de la Revolución fueron para intervenir a favor de Melba Hernández y Haydeé Santamaría. Abel Santamaría, el segundo jefe de la acción, había salido entre los primeros y sugirió a Fidel que las mujeres se quedaran en la Granjita Siboney. Fue entonces cuando Mario se interpuso para decir que las dejara ir, que él se hacía responsable.

Poco después partió hacia el hospital Saturnino Lora, uno de los puntos de ataque, acompañado de las dos mujeres. Llevaba puesta su bata de médico. Al fracasar las acciones, ellos no recibieron el aviso de retirada. Quedaron rodeados y se les ocurrió vestir a los combatientes con ropas de enfermos, pero la delación de un esbirro los condenó.

A Mario lo asesinaron en el cuartel Moncada. Manuel Prieto Alemán, uno de los forenses llamados por la tiranía para hacer el levantamiento de “los muertos en combate” relató: “Al mirar otro de los cadáveres, le vi la bata de médico. En el bolsillo tenía un carné. Lo saqué y decía: Doctor Mario Muñoz, Colegio Médico de Colón”.

Fidel en su magnífico alegato La Historia me Absolverá dice de Mario: “…un hombre generoso que hubiera atendido con la misma devoción tanto al adversario, como al amigo herido”.

Nacer, morir y hacerse eterno el mismo día

La casa natal de Mario es un museo
Mario fue ultimado el mismo día que cumplía 41 años; su hija más pequeña apenas tenía un año. Pero Fidel y sus compañeros sobrevivientes continuaron sus ideas. Todo por lo que se asaltó el Moncada fue cumplido.

La historia convirtió a Mario en el Médico del Moncada y lo hizo nombre de escuelas, de hospitales y de un aeropuerto; y en su casa-consultorio, en la ciudad de Colón, existe el Museo de los Mártires del Moncada, donde se guarda celosamente la memoria histórica de los matanceros que participaron y murieron en la heroica acción del 26 de julio de 1953.

A la altura de 2010 Mario hubiera cumplido 98 años, y de seguro pondría su vida, sus sueños, sus ideales, su humanismo y su decoro en las manos de Fidel, que ahora tiene 83.

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