De vacaciones blogueras y totales, con mi esposo en Cienfuegos... |
Es que aunque uno no lo quiera, una vez que entras al mundo de los blogs ya no puedes desconectarte. Incluso pasas meses sin publicar nada y siempre llega algún lector nuevo, alguien que te descubre y te deja un comentario.
Es un círculo vicioso, pero no perjudicial, sino bueno. Un círculo, pongámosle otro apellido, amistoso.
Soy bloguera, tengo un blog que se llama Pedazo de Cuba, y acabo de darme cuenta de que no tengo derecho a vacaciones. Porque unos días desconectada cuestan caro en esta relación estrecha que se establece entre escritores-lectores-cometaristas.
Uno abre un blog como un experimento, para escribir (porque me gusta) y para expresarme cuando estoy hastiada o feliz. Lo abres y ya eres bloguero. Después empiezas a postear, cambias la configuración y el diseño una y otra vez hasta que te acomodas…
Es el sueño cumplido de tener una publicación propia, libre de censuras, lo más cercana a la verdadera libertad de expresión... que ya sabemos no existe.
Y el blog se va haciendo fuerte y grande con cada publicación. Fuerte y grande dentro de la millonaria marea de blogs que inundan Internet. Así llegar a estar por debajo del lugar 500 mil en el mundo, desde esta islita que se llama Cuba es algo.
Después llegan los lectores, los comentarios, algún que otro amigo te hace el favor de alabarte y estás enganchado. El blog te atrae como un imán y los blogueros amigos en competencias franca te impulsan a seguir.
Quedas, así, sin derecho a vacaciones.
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