Cuando en agosto de 1996 me entrevistaron para la carrera de Periodismo yo dije que quería estudiarlo porque me gustaba escribir y me interesaba mantener al pueblo informado.
Hoy esa respuesta me suena, no falsa, pero si construida y hasta un poco sosa.
En verdad cuando yo decidí que iba a ser periodista soñaba con cambiar el mundo, con perseguir y denunciar injusticias, con ser la voz de los que no pueden o no saben expresarse.
Yo quería salir y criticar todo lo mal hecho, analizar la realidad y proponer soluciones a los problemas. Yo pensaba en descubrir a esas personas en quienes nadie repara, quería revelar a mi Cuba con sus soles y sus manchas.
Soñaba con hacer grandes investigaciones a partir de las cuales se tomaran decisiones importantes. Creía que podía escribir crónicas que erizaran la piel y comentarios que convencieran a la gente de mis razones, o al menos, que hicieran reflexionar.
Con 18 años uno sueña, y en los sueños todo es posible. Después estudié periodismo, y aún si terminar la carrera ya sabía que era demasiado ambicioso querer cambiar el mundo; al menos en la magnitud que yo anhelaba.
Tengo 33 años, soy periodista cubana y confieso que no le logrado todos mis sueños. Sí he denunciado, he analizado la realidad y aunque pocas, hice mis buenas investigaciones. Y tal vez alguna vez logré que me escucharan o me leyeran.
Pero tengo que reconocer que los periodistas no somos tan poderosos para cambiar el mundo como creen muchas persona. Eso sí, tenemos en las manos las armas para al menos influir sobre él y hacerlo un lugar mejor.
En mis cortos 10 años como periodista he aprendido que a libertad de prensa siempre es relativa, que se la hace el propio periodista y que no hay peor censura que la autocensura.
He descubierto con alegría, que a pesar de todo, la gente sigue confiando en el periodismo. He comprobado que no hay peores enemigos para un periodista que el silencio, la desidia o el facilismo.
Y que no hay nada más triste que un periodista con armas en la mano para combatir y que no haga nada; o que se dedique a perseguir chismes de famosos o a alabar a sus amos.
El periodismo, considero yo, es una profesión de valientes. Al menos para los periodistas revolucionarios. Para lo que como yo, siguen soñando con cambiar el mundo, y creen !y demuestran! que en parte sigue siendo posible.
Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí
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grande yirmara!
ResponderEliminarCompa... es lo que quiero y defiendo donde quiera. Porque antes que nada soy revolucionaria... revolucionaria, revolucionaria... me refiero a la palabra en su acepción original... no la que usamos muchas veces en Cuba.
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