Llegó el 2012, y con él otra arruga u otra cana, el diente de leche que se cayó con los chicharrones de fin de año, tal vez otro anciano que nos dejó, pero también el niño que llegó para alegría de los padres y la familia.
El 2012 llegó con frío para beneplácito de los calurosos, y desgracia de los friolentos. El aire del norte refrescó a Cuba e hizo sacar colchas y ponerse las medias para dormir.
Este martes los niños volvieron a sus escuelas, bien abrigados y con los libros recién forrados de nuevo, las mochilas relucientes y el portaminas, el lápiz y la goma de estreno, porque empieza el semestre, que es como iniciar el curso de nuevo.
Los grandes regresan al trabajo, y aunque es martes parece lunes, porque tienen pereza y deseos de quedarse en casa, por el frío, por la inercia, y por aquellos del síndrome post-vacacional, que dice que nadie necesita tanto de las vacaciones como aquel que regresa de ellas.
Niños y adultos felicitan a sus compañeros, con el espíritu de año viejo y año nuevo, que subsiste aún los primeros días de enero, y que nos hace desear felicidad a cuanto conocido encontramos. La mañana no alcanza para contar los sucesos de fin de año, y lo bien que lo pasaron y todo lo que comieron.
Cuba recibió el 2012 con la misma alegría de siempre, con las familias unidas, el congrí, la yuca con mojo, los buñuelos y con mucha carne de puerco.
¡Cómo había carne de puerco en este fin de año! Hubo en los establecimientos estatales, y hasta el mismo 31 las tarimas de los mercados agropecuarios estaban llenas, y los vendedores por cuenta propia seguían matando. Aunque la verdad, estos últimos no les bajaron el precio, como evidencia de que tenemos mucho que aprender de leyes de mercado.
El 31 de diciembre y el primero de enero las calles y las carreteras cubanas estuvieron más vacías que nunca, como signo inconfundible de que al cubano le gusta pasarlo en casa, con los suyos.
Muchos cubanos de afuera visitaron a sus familias, algunos llegaron por sorpresa, a riesgo de producir infartos; pero llegaron para recibir el año nuevo en la patria que extrañan a diario.
Y en todas las conversaciones de fin de año y de año nuevo, Cuba fue un tema repetido, porque sin dudas 2012 será decisivo para el país, sobre todo para la economía, que dio síntomas de recuperación en 2011, pero aún necesita más empeño, organización, control y menos trabas.
Entre los cubanos todavía ronda la duda de si por fin llegará el fin del mundo como anunciaron los mayas, algo en lo que ciertamente la gente dejó de creer, porque el mundo se iba a acabar cuando llegó el segundo milenio, y después, cuando comenzó el tercero, hace solo 12 años.
Todo vuelve a la normalidad: la pelota sigue con su serie nacional, los muchachos a sus estudios, los grandes a su trabajo, se preparan los balances de todos los organismos para saber qué se hizo bien y qué mal y se siguen tomando decisiones para seguir poniendo en práctica los lineamientos aprobados en el congreso del Partido.
Claro, que con el nuevo año las fuerzas se renuevan. Los cubanos nos replanteamos la vida, desde lo personal, pasando por la familiar, hasta la vida nacional. Nos proponemos metas que tratamos de cumplir y tal vez este año si bajemos de peso y logremos estar más tiempo con la familia.
Tal vez este año logremos terminar el arreglo de la casa o tener una; quizás nuestros hijos nos regalen el título universitario para colgarlo en la sala o consigamos a nuestra media naranja.
Como sea, los cubanos, porque somos así, no dejaremos de reír, de disfrutar de la vida y de mirar al futuro con esperanzas.
Y aunque parezca exagerado, cuando pasen unos días muchos quizás comiencen a trabajar para garantizar el puerquito del próximo fin de año, porque en Cuba, eso sí, no hay cierre de año sin carne de puerco.
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