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viernes, 2 de marzo de 2012

René, su hermano, el odio y un abrazo

René y Roberto (el trigueñito) cuando eran niños 
Hay cosas que no debían pasar nunca, como esta de negar a un hombre la posibilidad de visitar a un hermano moribundo. No debían pasar nunca, en ningún sentido, bajo ninguna ideología, en ningún país y bajo ninguna ley.

Cuando las leyes de los hombres se alejan de sus derechos, cuando evitan que las familias puedan estar unidas, como es su estado natural, entonces esas leyes andan mal y hay que luchar para cambiarlas.

Hoy René González Shewerert, uno de los Cinco cubanos prisioneros en Estados Unidos, llora lágrimas de impotencia en su otra cárcel, mientras su hermano, el abogado Roberto agoniza en un hospital de la Habana.


Roberto, que se batió duro junto al equipo de abogados de los Cinco para encontrar un escape, una fisura en el injusto proceso judicial a que fueran sometidos en 1998.

Roberto, que fue también catalizador de los juicios de resentencia que redujeron las penas de tres de ellos y que, aún mientras luchaba contra el cáncer, seguía buscando vías para ayudar a Gerardo, el más complicado de los Cinco.

René escribe poco, no es como Tony, quien casi respira a través de las cartas, los correos y los poemas. Pero esta vez René ha escrito una carta a su hermano Roberto, como único recurso para decirle que lo ama y que está con él.

Escribe porque quienes le supervisan su prisión en Estados Unidos no le dejan venir, porque ni siquiera escucharon su petición, se fijaron en su pena o pensaron que el tiempo de la vida de su hermano enfermo no entiende de términos de condenas.

René escribió una carta sublime desde la primera hasta la última idea, impecable desde la primera hasta la última letra; redactada, imagino, de golpe, con la fuerza del amor, del sentimiento reprimido y sobre todo, de ese abrazo que quiere dar y no lo dejan.

Detrás de sus palabras de aliento, del “jodedor” que cuenta anécdotas de la familia, de la piscina y los gritos que hacían que el niño Roberto avanzara, hay un profundo dolor. Un dolor inmenso que llevará toda la vida.

Se duele René del odio, de ese odio irracional que ignora los derechos de los hombres y sus familias, de ese odio que los condenó a la cárcel absurda por ser fieles a su pueblo y que ahora le prohíbe viajar las 90 millas de vuelta a Cuba para estar al lado de su hermano que lo necesita.

La carta de René estremece y da fuerzas, nos muestra al hombre íntegro, humano y hermoso que es; su carta es papel, palabras, ideas, sentimientos; pero es también, quizás sin proponérselo, ese abrazo que él siente que ya no podrá dar a su "brother de toda la vida".

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