El agua y las reuniones

Si usted ha estado en una reunión de esas que se preparan con cierta solemnidad y van a durar algo de tiempo, habrá notado la costumbre, como mandan las normas de etiqueta, de ubicar vasos con agua en la mesa de la presidencia.

En algunos lugares son solo vasos con agua corriente, pero en Cuba, de acuerdo al nivel y las posibilidades del lugar donde se organiza el encuentro, se pueden ubicar pomos de agua natural o gaseada.

A veces las personas de la presidencia ni siquiera tocan el agua; depende de cuánto hablen y del clima. Y en el otro extremo están quienes sin decir palabra alguna disfrutan del preciado líquido ante la mirada desconsolada de muchos sedientos.

Sucede que la mayoría de las veces quienes organizan los eventos olvidan que abajo hay un auditorio, sin el cual la reunión no tendría sentido y para quienes no hay vasos con agua.

Vivimos en un país que es un eterno verano y generalmente cuando hay aglomeración de personas en mismo sitio, el calor aumenta.

Resulta triste entonces que una minoría pueda saciar su sed, mientras una mayoría, que a veces está en el lugar mucho antes de que llegue la presidencia, tenga que mirar con envidia el agua ajena como si fuera un privilegio.

La solución no es dejar de servir agua a quienes dirigen cualquier reunión, como tampoco servir vasos de agua para todos. Pero no está de más garantizar también para los demás participantes, por una mínima lógica de cortesía y humanidad, un lugar aunque sea en las afueras del recinto, donde puedan beber agua si tienen sed.

En definitiva, en una reunión o evento, más allá de presidencias y participantes, todos somos importantes y todos podemos tener sed.