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lunes, 9 de septiembre de 2013

Obama, el camorrista

Cuando Barack Obama llegó al poder tras el fiasco en Irak de su antecesor George W. Bush, muchas personas dentro de los Estados Unidos y en el mundo entero cifraron sus esperanzas de prosperidad y paz en él.

No solo era el primer presidente negro de su país, sino que poseía una inteligencia probada. Pero Obama solo ha repetido la misma fórmula de los anteriores inquilinos de la Casa Blanca, aunque de una manera más refinada.

Si vamos un poco atrás, a sus primeros años como gobernante del imperio, podemos constatar cuánto se dilataron en el tiempo o quedaron incumplidas sus promesas de dar por terminadas costosas guerras o de cerrar bases navales norteamericanas diseminadas por los más remotos rincones del planeta.

No se puede negar que internamente su administración logró mejorías en lo económico y lo social, y quizás esto fue lo que le garantizó su reelección. Pero en el ámbito internacional y a pesar de ostentar inmerecidamente el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama se ha convertido en un camorrista.

Su última cruzada está sobre el tapete y tiene al mundo en vilo. Ahora, tal vez presionado por los intereses del imperio que ¿comanda?, se apronta a lanzarse sobre Siria.

Obama, el camorrista, alude al uso de armas químicas en el país árabe, un moderno pretexto que no es sino el “remake” de las mismas patrañas usadas desde hace más de 100 años por la nación poderosa del norte para intervenir en los asuntos internos de otras naciones.

El presidente negro desoye a la opinión pública mundial, ignora la posición de naciones influyentes como China y Rusia o al propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y continúa cocinando la intervención con la complicidad de unos cuantos lacayos.

Por supuesto, que ni tan tonto, quiere hacerlo con la aprobación de su Congreso, que sería tener el sí de su pueblo y de sus votantes, principalmente.

Es cierto que detrás de sí Barack Obama lleva la pesada carga de los intereses de los monopolistas que le mantienen en el poder y de un imperio que hace muchos años se sostiene a base de la carrera armamentista y la rapiña.

Obama tiene el compromiso con su pueblo de crecer económicamente, y para hacerlo necesita de las guerras y del petróleo. Una confrontación con Siria le daría ambas cosas y afianzaría su dominio sobre el mundo árabe.

Así que el inNobel de la Paz sigue plantado en tres y dos, con la artillería lista, pero esperando por la aprobación determinante de los Estados Unidos en pleno, tal vez para no cargar con la responsabilidad histórica de (ojalá no sea así) haber desatado la tercera Guerra Mundial.

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