La Sala White, Matanzas, una reparación que dura 13 años |
Con las
fechas de terminación de obras ingenieriles o arquitectónicas, ya sean de nueva
construcción, remodelación o reparación, los cubanos tenemos serios dilemas,
que no son actuales ni achacables a nuestro sistema social, sino expresión de
esa impuntualidad intrínseca y el cierto relajamiento que están presentes en muchos de nuestros actos.
¿Por qué
somos así? La mayoría coincide en que el clima tiene una alta responsabilidad,
y hasta aseguran que hay estudios donde se ha verificado que los habitantes de
zonas tropicales somos más relajados.
Lo cierto
es que no hay muchas obras constructivas en Cuba que se hayan terminado con
todas las de la ley, antes o en la fecha prevista. En cada barrio, batey,
pueblo o ciudad hay leyendas de obras finalizadas, en el mejor de los casos,
minutos antes de su inauguración.
Hay
historias peores: de locales inaugurados con bombos y platillos sin haberse
terminado, de algunos donde se cortó la cinta de apertura en varias ocasiones
sin que nunca se concluyeran totalmente, y otros que a los seis meses estaban
nuevamente desbaratados por la mala calidad en su reparación.
En los
últimos años la mala planificación y el descontrol, unido al desvío de
recursos; en este caso de materiales de construcción, pinturas, artículos de
plomería y otros productos altamente codiciados en el mercado negro, daban al
traste con tan penosa situación.
Pero si
algo incidía notablemente en la mala terminación de las obras era el
triunfalismo con que se establecía el cronograma de trabajo y la fecha de
conclusión, que casi siempre se hacía coincidir con alguna conmemoración
histórica.
A alguien
sentado detrás de un buró se le ocurría, con un noble propósito político, una
fecha de terminación, y sin consultar con inversionistas, ingenieros o
arquitectos, sin un análisis consensuado, la daba por cierta y la informaba a
todos los interesados, en una lógica a la inversa, imposible de entender.
Esta era,
por supuesto, una mala práctica, alejada de todo realismo. Hubo épocas en que todas
las obras se debían terminar de modo maratónico para dos o tres días en el año,
y los ejecutores debían correr para concluirlas a toda costa; aunque fueran
metas totalmente irrealizables.
A río
revuelto había más ganancia para los pescadores, que se aprovechaban para
desviar más, porque lo importante era el momento de la inauguración y no la
obra en sí. Hubo locales gastronómicos, por ejemplo, que se repararon tres o
cuatro años seguidos, mientras otros más importantes desde el punto de vista
social o patrimonial, y necesitados de intervenciones serias, seguían sin
conseguir atención.
Por suerte
es una experiencia que ha quedado atrás como regla, aunque a veces persistan en
mantenerla algunos que no entienden la nueva dinámica que se quiere imprimir al
proceso inversionista en el país, con la planificación como base de cualquier
decisión económica.
A raíz de
los Lineamientos de la Política Económica y Social de Partido y la Revolución se establecen cambios en la política
inversionista, que se orientan a la organización, a la racionalidad y al
control y destierran la improvisación y el triunfalismo.
Pero como
los cubanos vamos a los extremos, resulta que se ha puesto de moda en esto de
las obras, otra práctica casi tan nociva como la de hacer coincidir las fechas
de terminación con conmemoraciones: la de no establecer el momento de
conclusión (aunque sí esté en papeles), y dejar su término abierto “para cuando
la situación lo permita”.
Y si
peligrosos son los maratones, más lo son las imprecisiones. Las inversiones
precisan de cronogramas, donde se establezca el avance por etapas, con un
estudio realista de los suministros de acuerdo a los costos del mercado y en
las cuales, al concluir, se vaya garantizando la calidad requerida.
Cuando una
inversión se aletarga se puede echar a perder lo que se avanza, se pueden
incrementar los gastos por el encarecimiento de
materias primas o la tecnología, sin contar con otros riesgos como el
descontrol y la desmotivación que se produce en quienes la ejecutan.
En
cuestiones de inversiones (no podemos jugar con el poco dinero que tenemos)
debemos ser eficientes y eficaces; tratar de sobreponernos a esa forma de
asumir los proyectos con dejadez, y si no podemos caer nuevamente en la moda de
las fechas de conclusión triunfalistas, que a veces sí funcionaban como
incentivos desde el punto de vista simbólico, tampoco podemos dejarlas tan
abiertas, que a veces parezca que nunca se van a terminar.
Muchas
obras sociales como policlínicos, hospitales, escuelas, instituciones
culturales y casas de familias, a las cuales se destina una parte importante
del presupuesto nacional al cual aportamos todos los que trabajamos, son
reparadas hoy en Cuba. Como meta alcanzable, sus plazos de terminación deben
establecerse y darse a conocer oportunamente de acuerdo a su interés social y
económico.
Sino
simplemente estaríamos dando la razón también en esto de establecer o no los
términos para obras ingenieriles o arquitectónicas, a quienes afirman que los
cubanos, “no llegamos o nos pasamos”.
* Trabajo publicado originalmente en Radio COCO
Para leerlo seguir este link: http://www.radiococo.icrt.cu/2013/10/30/adios-al-triunfalismo-con-las-fechas-de-terminacion-pero/
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