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lunes, 2 de diciembre de 2013

Cuentapropismo cubano, entre las ilegalidades, la reventa y el control

- Algunas reflexiones sobre el trabajo por cuenta propia y la necesidad de aprender a lidiar con él...

En Cuba le llamamos cuentapropismo, pero hay quienes prefieren llamarle iniciativa privada a la manera digna de ganarse la vida trabajando para uno mismo (y de paso para otros y para el país). Claro, que no siempre los “trabajadores por cuenta propia” trabajan, como tampoco en ocasiones lo que ganan les llega de la manera más honesta.


Habría entonces que hacer una subclasificación negativa de los cuentapropistas (sacamos de ella a los honestos trabajadores), que nos llevaría a los cuentailegales y a los cuentarevendedores, dos modalidades que lo único que hacen por cuenta propia es especular a partir de la falta de ofertas o cometer violaciones a trocha y mocha.

Pero ubicar a los cuentapropistas en estas clasificaciones no es tan sencillo. En el aparente relajo por cuenta propia, los cuentapropistas no cargan con toda la culpa, ni siquiera aquellos que más violaciones cometen o han cometido.

Se suma a ello la incapacidad de los organismos controladores para poner orden y hacer respetar la legalidad, la inconstancia del mercado interno para suministrar materias primas y la incapacidad, en muchas ocasiones, de los gobiernos municipales para adaptar el trabajo por cuenta propia a sus condiciones territoriales, según establece la ley.

Habría que agregar la falta de flexibilidad para hacer variaciones en la política económica según los resultados de las acciones implementadas, teniendo en cuenta todos los factores y pensando en cada uno de los implicados.

Y nos falta a los medios también, porque hay que ser autocríticos, la agilidad para informar de manera más oportuna cada nueva decisión o indagar en las causas de otras.

Si hacemos un poco de historia podremos entender mejor el fenómeno del cuentapropismo, un término que al parecer inventamos los cubanos.

En el proceso de construcción del socialismo que se inició en 1959, Cuba renunció poco a poco a la propiedad privada sobre los medios de producción. En los años 70 y 80 del pasado siglo 20 apenas quedaban en Cuba algunas personas autorizadas a ejercer algunos oficios muy simples. Una gran parte de los albañiles, plomeros, carpinteros y otros oficios indispensables, se ejercían sin licencias y sin pagar impuestos al estado.

En los años 90 fueron autorizadas algunas licencias, entre ellas las de venta de alimentos, restaurantes, transporte y otras. Sin embargo en un momento este proceso se detuvo y se dejaron de entregar nuevas licencias. Así quien poseía una y se mudaba de domicilio, podía perderla.

No es hasta octubre de 2010 cuando se autorizan más de 170 modalidades de trabajo por cuenta propia. A partir de este momento comienza un auge ascendente de esta forma de empleo, que vino a complementar otras estrategias del país, como la reducción de plantillas infladas.

La cuentapropia se convirtió en una opción de empleo que suma a la altura de noviembre de 2013 a más de 442 mil cubanos, la mayoría en las provincias de La Habana, Matanzas, Villa Clara, Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba.

Según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, las actividades más representativas son la elaboración y venta de alimentos, transporte de carga y pasajeros, arrendamiento de vivienda, carretillero o vendedor de productos agrícolas en forma ambulatoria, productor vendedor de artículos varios de uso en el hogar y mensajeros.

Desde el inicio masivo, la cuentapropia fue acogida gratamente por quienes se decidieron a ejercerla, que veían las ventajas de ser sus propios jefes; y por el pueblo, que sintió como de pronto se diversificaban las opciones de venta de alimentos, de ropa, de útiles del hogar y mejoraba el transporte.

Por el camino la cuentapropia se fue acomodando, pero como todo árbol que nace torcido y no se corrige a tiempo su tronco ha derivado en fuente de ilegalidades. Así la cuentapropia se cruza peligrosamente con el desvío de recursos y el delito, y muchos alegan, que hasta con la fuga de capitales.

Dos modalidades del trabajo por cuenta propia han estado en el candelero en los últimos meses: la de “Modista o Sastre” y la exhibición cinematográfica, que incluye las salas de 3D.

La primera cuando quedó aclarada su ilegalidad en septiembre de este año, tras la autorización de 18 nuevas modalidades, entre las cuales no estaba la esperada “Vendedor de ropa industrial o importada”, como ya le habían nombrado quienes soñaban con su autorización.

La ley fue explícita y decía que la licencia de “Modista o Sastre” no incluía la venta de ropa industrial. En realidad nunca lo había incluido, pero eran muchos los cuentapropistas que habían violado la legislación bajo la mirada permisiva de las autoridades. La verdad es que por más de dos años algunos cuentapropistas importaron ropa o la compraban a las llamadas mulas, y se multiplicaron en todas las ciudades y pueblos las tiendas de ropa y zapatos, donde falsos “Modistas Sastre” vendían sus productos.

En ese tiempo, muchos de ellos invirtieron en las tiendas, la mayoría en salas de casas alquiladas; mejorando la situación constructiva, comprando anaqueles y maniquíes. Alrededor de esta modalidad se generó todo un movimiento que incluía el arrendamiento de viviendas y empleo para vendedores, pues al parecer era un negocio muy lucrativo.

Lo siguió siendo incluso cuando se dispusieron normas aduanales que elevaban el costo arancelario para las personas que introducían ropa en el país con una frecuencia regular, y que no estaba destinada al uso personal o familiar.

A pesar de los altos precios, la mayoría de los cubanos encontraron en estas tiendas las opciones en cuanto a vestimenta y calzado que nunca habían tenido en las recaudadoras de divisas del estado como CIMEX, TRD, Caracol o ARTEX. No solo es superior la relación calidad precio, sino la variedad; pues en ellas se encuentran productos para todos los gustos, desde el más refinado hasta el más vulgar.

Así que el anuncio del fin de estas tiendas crea un estado de opinión desfavorable entre la población, que no entiende por qué no se autoriza a estos cuentapropistas a seguir ejerciendo, o sencillamente no se da una explicación clara. Hay quienes alegan que podrían, por ejemplo, elevarles los impuestos, para que estuvieran acordes con sus ingresos.

De la misma manera ha movido a la opinión el cierre tajante de las Salas en 3D, que se habían multiplicado por el territorio nacional, y estaban llevando el cine a lugares donde hace rato no se veía una película en una sala oscura. Las razones son entendibles, sobre todo por la violación del derecho de autor y la formación (o deformación) de cultura. Pero hay que tener en cuenta que en idéntica situación están quienes venden discos compactos.

Las Salas de 3D, aún cuando se escuchan historias (no confirmadas) de serias violaciones en algunos casos, resultan más nobles y fáciles de supervisar por cuanto sus exhibiciones son públicas y accesibles para los inspectores, que la venta incontrolable de discos, donde nadie sabe qué recopilan, y no hay cómo controlar lo que después ven los cubanos en sus casas.

Otra modalidad en entredicho es la de “Productor Vendedor de artículos varios de uso en el hogar”, la más apegada al sobrenombre de cuentarevendedor. En las mesas de estos cuentapropistas se pueden encontrar las ferreterías enteras de las tiendas recaudadoras de divisas, con la desventaja de que ellos le suben en dos, tres, cinco y hasta diez cuc el precio, de acuerdo a la escasez del producto y su demanda.

Detrás de esta reventa se encuentran compadreos con vendedores estatales, que les facilitan los productos a cambio de unos pesos. Y está la inconformidad del pueblo, cuyas quejas principales se centran en la reventa de artículos de plomería.

Pero si hablamos de ilegalidades, habría que incluir a los elaboradores y vendedores de alimentos, la modalidad más ejercida en el país. La falta de un mercado mayorista estable de materias primas lanza a esos trabajadores a la compra en el mercado negro. Muchos alegan que los precios en las tiendas recaudadoras de divisas son demasiado altos y adquirir las mercancías en ellos les produciría pérdidas.

No se quedan atrás los del transporte de carga y pasajeros con el combustible que usan, que no siempre llega por la vía legal, pues el precio estatal es alto y les deja con un pequeño margen de ganancias.

Muchos carretilleros o vendedores de productos agrícolas en forma ambulatoria se unen a los violadores. Algunos pagan esta licencia y han montado placitas en sus viviendas. Pero la mayoría (aunque no se puede generalizar) revende los productos que adquieren en los mercados agropecuarios estatales o que les llegan por otras vías de dudosa honestidad.

Los cuentapropistas compiten en el mercado con el pueblo trabajador, que cuando termina su jornada laboral no encuentra los productos más asequibles que ya se llevaron los trabajadores por cuenta propia, y terminan acudiendo por obligación o necesidad a las opciones de estos, que podrían llamarse mejor también cuentarevendedores.

A inicios de este mes salía en el periódico Granma una nota informativa del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros sobre el trabajo por cuentapropia donde se reconocía (de manera justa)) la importancia de esta actividad y la responsabilidad del Gobierno y el Partido en facilitar la gestión de los trabajadores por cuenta propia y de no generar estigmas ni prejuicios hacia ellos.

Se decía además que esto debería ir acompañado de un cumplimiento estricto de la Ley y los tributos, así como de motivar en este sector el rechazo a las ilegalidades. Y se ratificaba la ilegalidad de la comercialización minorista de artículos importados o la reventa de los adquiridos en la red comercial estatal.

A su vez, se significaba que la exhibición cinematográfica, que incluye las salas de 3D, así como la organización de juegos computacionales, nunca había sido autorizada.

Y aunque tarde para muchos que ya habían liquidado sus mercancías, decía la Nota Informativa, que en el caso de los que se desempeñaban como “Modista o Sastre” se les concedía un plazo para liquidar los inventarios hasta el 31 de diciembre del presente año.

Agregaba la nota, de una forma acertada, que “estas medidas son correcciones necesarias para proseguir ordenando esta forma de gestión, combatir la impunidad, exigir el cumplimiento de la legalidad y proteger a los trabajadores por cuenta propia, que en su inmensa mayoría cumplen las regulaciones establecidas”.

Y concluía conque “no se trata, en lo más mínimo, de dar un paso atrás (…), y se ratifica la firme determinación del Gobierno de no permitir violaciones de ningún tipo a las decisiones adoptadas o que adopte en el futuro”.

A punto de comenzar diciembre son menos las tiendas que venden ropa y zapatos importados. Muchos ya habían cerrado, y otros decidieron pasar a la total ilegalidad y vender escondidos, a riesgo de perderlo todo.

Pero aún la mayoría de los cubanos no entienden algunos por qué y temen ser injustos juzgando decisiones, que quizás están muy justificadas. Pero nadie puede entender lo que no le explican.

Muchas de las medidas tomadas benefician al pueblo, sobre todo la eliminación de los revendedores, quienes solo juegan con la escasez de productos y acaparan para subir precios y ganar sin esfuerzo alguno.

No obstante habría que pensar si esto resuelve el tema del control en el cuentapropismo, o a estas medidas habría que sumar una mayor efectividad de quienes deben inspeccionar, controlar y fiscalizar, dígase Ministerio de Trabajo, de Transporte, Direcciones de la Vivienda, Inspectores Integrales, Oficina Nacional Tributaria y Gobiernos Municipales.

Habría que mirar hacia otras irregularidades, quizás no tan impactantes para el comercio interior nacional como la importación de ropa, pero igual de dañinas para la economía personal y familiar.

El cuentapropismo aporta al presupuesto estatal y libera al estado de muchas cargas. Es una opción que llegó para quedarse. Pero como en todo, en el cuentapropismo hay personas honestas y otras que esperan enriquecerse en solo unos meses y se suman al carro de la ilegalidad.

No obstante, al cuentapropismo no se le puede temer. Hay que verlo como un proceso vivo, en constante modificación, al cual hay que tomar el pulso y modificar.

El cuentapropismo tiene un impacto importante en la vida del cubano, lo mismo para quien sirve que para quien es servido, por eso cuando se tomen decisiones hay que pensar, SÍ, en la economía nacional, pero también en el pueblo, que necesita mejores opciones.

Y hoy la verdad es que las tiendas no tienen mejores opciones, ni mejor servicio que las particulares; que no hay sitios estatales donde comprar o alquilar CDs a precios asequibles, y si sales de la capital del país o las de provincia, no hay muchos espacios (por no decir ninguno) con propuestas cinematográficas atrayentes.

Es deber del estado regular la actividad privada, como una manera de mantener la soberanía. Pero el cuentapropismo (si tenemos en cuenta que es una actividad pequeña) no se puede controlar centralmente, sino en el diario más cercano, con un andamiaje que no permita la impunidad. Se regula desde las leyes, pero se controla en la base.

Un país que pretende ordenarse no se puede dar el lujo de permitir por tanto tiempo el ejercicio de un trabajo que nunca estuvo autorizado, y después de darle cordel, recogerlo de sopetón.

Como tampoco puede darse el lujo de dosificar o controlar demasiado la información.

En el congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, se abogó por crear una política de comunicación que complemente la política económica del país (que hoy está regida por los 313 Lineamientos) para dar a conocer de manera oportuna los debates, para saber qué se analiza, por dónde anda la implementación y no tener que esperar a una nota informativa, un género que casi siempre resulta ineficiente para temas tan complejos y polémicos.

Hay que aprender a lidiar con las nuevas formas de gestión que introducen nuevas lógicas para las cuales, como es obvio, no estamos preparados. Hay que entender, en definitiva, que el cambio y la apertura económica precisan de más diálogo y menos información unidireccional.

Los cubanos no queremos cuentailegales ni cuentarevendedores, pero ya que el estado no siempre puede, sí necesitamos a los cuentapropistas que nos resuelven nuestras necesidades, que trabajan honestamente y que contribuyen, no se puede olvidar, con sus ingresos, al presupuesto estatal.

Post publicado originalmente en Radio COCO Web

1 comentario:

  1. Lo unico que veo es que criticas y criticas y no ofreces soluciones.

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