Para el equipo de Villa Clara asistir a la Serie del Caribe podía convertirse en acicate o bumerang de acuerdo al resultado que obtuvieran en Islas Margarita, adonde fueron, no nos quepa la menor duda, impulsados por los deseos de representar bien a Cuba y ganar.
Si ganaban vendrían a comerse al resto de los equipos en la reanudación de la Serie Nacional 53; si tenían una digna actuación, seguirían su buen paso; pero sino el equipo podría desmoronarse, un pronóstico que ojalá no se haga realidad.
Y es que la actuación del campeón nacional Villa Clara (más los refuerzos) en la Serie del Caribe recién concluida, para no andar con media tintas, fue mala (o muy mala) y esto podría atentar contra la estabilidad del conjunto naranja que había mantenido un ritmo ganador en la actual serie.
Tras el fiasco en el estadio de Nueva Esparta, en Venezuela, Villa Clara tendrá que levantarse como el Ave Fénix de las cenizas y echar a andar, en su primera subserie contra Pinar del Río, iniciada este martes, apenas sin tiempo para reponerse del golpe.
Como matancera, fiel a los Cocodrilos de Víctor Mesa, que para nadie es un secreto aspiran al título de la pelota cubana este año, podría alegrarme el estado emocional de los villaclareños. Pero como cubana no puedo más que sentirme mal por esos muchachones (incluyo en esta clasificación al veterano Ariel Borrero) que están pagando los platos rotos de mal tomadas decisiones.
Se comenta, con sobrada base, sobre la poca efectividad de los pitcher abridores, incapaces de contener a los bateadores contrarios, y la ausencia de buenos relevistas; sobre los increíbles errores cometidos a la defensa o la pobre actuación ofensiva de figuras consagradas, incluso de integrantes del equipo Cuba.
Sin embargo, antes de hacer esos análisis que ubican todas las culpas en el juego y los jugadores, habría que considerar otros factores que condicionaron este fiasco, que no deja en entredicho la calidad de la pelota cubana, sino que muestra la inexperiencia de Cuba en torneos de esta categoría y sugiere la urgencia de subir el nivel so pena de morir en el intento.
En primer lugar habría que pensar si Villa Clara, u otro equipo campeón, cualquiera que hubiera sido, debía ser elegido para asistir a este torneo en un regreso harto esperado de Cuba a estas lides, porque hacerlo tal vez era de antemano un suicidio asegurado.
Es cierto que con las mejores intenciones de premiar al campeón nacional se había hecho, casi con un año de antelación, el compromiso con el equipo de Villa Clara; pero ¿fue algo bien pensado o una decisión motivada por la ingenuidad y el triunfalismo?
Los otros cuatros equipos que fueron a la Serie del Caribe venían cada uno de ganar sus propias series, aún calientes de los últimos encuentros y con el influjo de la victoria; el Villa Clara había ganado el campeonato en 2013, un triunfo demasiado lejano para influir en el ánimo actual de sus jugadores.
Antes de la partida del equipo de Villa Clara varios colegas subvaloraron a los contrarios, con frases como “Cuba prestigiará esa serie” o “a la Serie del Caribe no asisten figuras fuertes de las Grandes Ligas” y sabemos que en la confianza está el peligro.
Varios comentaristas, periodistas y los propios peloteros han mencionado a su regreso a Cuba el desconocimiento con que llegaron a Islas Margarita sobre muchas de las reglas de los partidos y sobre todo, ignorando la calidad de sus contendientes. Fueron, por decirlo de una manera sencilla, “a la guerra sin fusil”.
Esto sin contar el poco tiempo de preparación, apenas unos juegos de entrenamiento, algo que conspiró contra el acople de los refuerzos del equipo Cuba, que definitivamente y pese a su calidad, no funcionaron, porque un equipo de pelota no es una sumatoria de bueno jugadores, sino un mecanismo complejo que debe funcionar a la perfección.
Hay muchas otras verdades que pueden justificar la derrota sufrida: que era mucha la presión, que al béisbol en Cuba le faltan topes internacionales que suban su nivel y que a competencias como esas deben ir peloteros más hechos, capaces de soportar los rigores del béisbol profesional.
Pero también hay que perderle el miedo a la palabra profesional, como le escuché decir al colega Dayán García, de la revista Bohemia, porque profesionalismo no es solo cobrar millones por jugar pelota; es tomar al béisbol como una forma de vida y asumirlo con seriedad.
Nos sorprendió la manera de jugar, con concentración absoluta, sin perder tiempo en la lomita del pitcher o en la caja de bateo, sin protestas cada diez minutos, ni visitas por gusto del equipo de dirección a los jugadores, porque a un juego de pelota se va a jugar pelota.
Este fiasco enseña que asistir a la Serie del Caribe no puede ser un premio para un equipo porque ganó la serie anterior. La Federación Cubana de Béisbol debe explorar otras variantes para premiar a los ganadores, sin comprometer el bien ganado prestigio del béisbol cubano.
Solo sería factible mantener la decisión de llevar al campeón nacional si se hiciera coincidir la final del campeonato cubano con el inicio de la Serie del Caribe, porque un año después, aunque mantenga el mismo nombre y a la mayor parte de sus jugadores, el ganador es otro equipo diferente.
Sin llegar a la crudeza del profesionalismo, donde sirves o no, hay que pensar a la hora de seleccionar quiénes asistirán a los torneos internacionales, adonde hay que llevar a los jugadores que estén en buen momento, tengan o no un nombre ganado, y sobre todo a los guapos, capaces de soportar presión y decidir en momentos claves.
A pesar de revés, el equipo de Villa Clara hizo lo que pudo con lo que tiene. Sin ser condescendientes, porque la condescendencia no nos lleva a nada, hay que decirles a esos muchachos que ellos no perdieron, que junto a ellos perdió Cuba entera y perdieron quienes los mandaron a inmolarse en un torneo grande, que esperaba por el regreso de Cuba y se preparó para ello.
Ojalá entiendan que ningún cubano puede estar feliz por su actuación y que quizás durante algún tiempo muchos aficionados serán duros con ellos. Ese es el riesgo que se corre cuando se juega para las personas, para una provincia, para un país. Pero ojalá comprendan que en el fondo nadie les culpa, porque las culpas les trascienden.
No es Villa Clara, sino el béisbol cubano todo, el que debe replantearse.
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