Si llegas adonde sea y saludas, das el asiento en la guagua a la embarazada, eres amable, atiendes bien igual a quien tiene que a quien no, ayudas a los otros, respetas y te preocupas por los demás, la gente te mira extraño.
Te ven como a un bicho raro, y no se explican cómo en este siglo queda gente así.
Porque tristemente lo normal es lo contrario. Lo común es ser grosero. Frases tan elementales como “buenos días”, “permiso”, “lo siento” o “gracias” se van borrando del vocabulario diario.
La caballerosidad es cada vez más escasa, y hay jóvenes que tal vez ni siquiera saben qué es. Y la ayuda y la solidaridad se confunden con interés o ganancias, y cuando nacen son pocas o de mala gana.
Quienes respetan y exigen respeto son repudiados, porque en una época de indisciplinas y desorden ¡cómo a alguien se le ocurre hablar de eso e ir contra la corriente!
Decir lo que sientes, lo que piensas, francamente, sin tapujos, con el afán de que todo mejore, es antinatural y mal visto. Y ni hablar de los asombros cuando alguien trabaja intensamente, se entrega a lo que hace y ama su profesión.
Los formalismos le ganan a las iniciativas creadoras y la mediocridad se instaura como reina y señora ante la mirada impasiva de quienes pueden detenerlo y no se dan cuenta, y la atónita de quienes lo perciben y no tienen cómo.
Es rara la honestidad, porque “el que no inventa no vive”, y para justificarlo en el fuero interno de las personas se confunden las fronteras entre legalidad e ilegalidad.
Los niños ya no miran con la misma admiración a sus mayores, no se entretienen con juegos de niños ni se visten como tales. Mientras, muchos jóvenes confunden libertad con libertinaje, y modernidad con relajo.
Por eso también son inauditos los pequeños respetuosos que gustan de conversar con los ancianos, y los muchachos serios y rectos, que a todos parecen viejos.
Claro, que no todo está perdido. Son pocos, pero hay bichos raros que sienten y padecen, que respetan, que trabajan, que aman la paz, que ayudan y construyen.
Lo que, desafortunadamente, están en peligro de extinción.
Que malo que quedenpocas gentes asií, pero es verdad, yo estoy de acuerdo, y ay que hacer algo, y no son solo lo jobenes
ResponderEliminarSin dudas, el hombre es él y sus circunstancias, como dijo aquel. Y los 90s, fueron los años de la generacion "Shoppi".. la generación de los fulas a cualquier precio.. y del sálvese el que pueda... el que pueda tener fulas, claro. Aparecieron frases como "hay que tener FE".. o sea, familia en el exterior.. y ya con eso era suficiente: de hecho, se empezaron a ver los examenes comprados, los puestos comporados en las gasolineras y otros sitios.. y claro.. la educación dejo de ser importante.. y aquellos polvos trajeron estos lodos.. y esperate.. cosas veredes que faran fablar las piedras!!.. Te felicito por tu articulo. un saludo. Renay
ResponderEliminarTienes razón, el hombre es él... por ahí escribí algo sobre eso, sobre la importancia de pensar un poco más en el hombre. Un beso para tí: http://pedazodecuba.blogspot.com/2011/03/la-solucion-es-volver-al-ser-humano.html
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