Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

jueves, 23 de diciembre de 2010

Sentirme bien en Radio 26

Crónica de cómo ya me gusta la radio

Nunca pensé trabajar en la radio. Desde segundo año de la carrera de periodismo ya había definido mis preferencias: la prensa escrita, en cualquiera de sus modalidades u oficios. .. como fuera y donde fuera. Y eso, a pesar de que de niña había trabajado como locutora de programas infantiles de radio en mi natal Colón. 
Era en aquel entonces Radio Llanura de Colón una emisora pequeñita, con un solo estudio, pero con un colectivo que amaba lo que hacía y enamoraba a quienes se le acercaban. Fui feliz allí, con Gladis y Norita, ambas directoras de programas. Y recuerdo hasta haber escrito uno que otro guioncito que ellas mejoraban y radiaban con tremenda voluntad.
En fin, que ni la nostalgia por mis años de radio en la niñez, ni la magia que ya en mis años de universidad derrochaban profesores de Radio excelentes en su profesión, como Álvaro de Álvarez o Raúl Garcés me hicieron enamorarme del periodismo radial.
A decir verdad, ya la prensa escrita me había atrapado. Y como todos los amores, estaba ciega por ella. Me gradué y fui leal a mis gustos. El periódico Girón de Matanzas me recibió con los brazos abiertos.
En él pasé solo dos años y unos meses. Buenos tiempos, con Domingo Orta de director y Norge Céspedes en la subdirección informativa. Años de aprendizaje, de tropiezos y de reconocimientos, que siempre hacen falta para que no caigan el ego ni las ganas de trabajar.
Pero en 2003 vino mi hijo y con él, el adiós al Girón. Fue una tarde de 2006, cuando ya me cuidaban a mi pequeño, y estaba operado y recuperado de su hipospadia, cuando llegué a la oficina del subdirector de Radio 26 para buscar trabajo.
Tenía mil miedos. Los normales de la mujer que acaba de terminar su licencia de maternidad, más de un año encerrada en la casa, entre el llanto del niño, el orine y el puré. Pero el principal, enfrentarme a un medio nuevo, casi desconocido, y al que no amaba.
No me quedaba más remedio. En una provincia del interior no hay muchas más posibilidades para un periodista: un periódico, una emisora, un telecentro, y las corresponsalías de las agencias de prensa, y los medios nacionales, todas bien ocupadas, como es lógico.
Tomé la decisión como quien se toma un purgante. Y así otro día llegué a la Redacción de la emisora. Tras una semana de entrenamiento estuve lista, y así pasé mi primer año como redactora de prensa, con los boletines y las informaciones para los noticieros.
Nunca imaginé que se podía aprender tanto en un puesto tan simple y de tan poca aparente complejidad. Me engañaba. Fue ahí donde aprendí a redactar realmente, donde entendí la estructura de la noticia, y capté la importancia de la síntesis.
Han pasado casi cinco años de mis inicios en la radio. Ya he sido redactora, Jefa de Redacción, reportera y he trabajado en la redacción digital. Pero aún estoy en pañales.
Sin embargo algo tengo ganado: ya aprendí a amar el medio. Sobre todo después que comencé a escribir El Familión, por obra y gracia del amigo y periodista Enildo Pérez Castañeda.
Hoy que Radio 26 cumple 51 años, pienso que podría haber hecho muchas más cosas en la radio. Me falta dedicarme más a la realización de mis trabajos, pasar los cursos de locución y dirección siempre pospuestos...
La gente que sabe que amo la prensa escrita me preguntan siempre qué hago en la radio. Yo les contesto, que sentirme bien. ¡Eso es tan importante para mí!
Y es que en Radio 26 encontré un colectivo de gente que se ayuda, que trabajan como hormiguitas, cada cual hace bien su trabajo y entre todos sale el producto final. Encontré un bulto de gente que no se aplastan, que no se ponen traspiés, que no se sienten dueños de sectores ni de informaciones, porque lo que hacen es para el público.
Este año, para colmo, me dieron la responsabilidad de impartir periodismo radiofónico en la carrera de periodismo en la Universidad de Matanzas. Y ahora sí que he tenido que estudiar y aprender de radio.
No me he hecho una especialista… para nada, me faltan muchos años para serlo. Pero algo lindo ha pasado. Dando clases a mis muchachos comencé a entender mejor la radio, y lo que al principio fue un purgante, hoy me sabe a agradable elixir.
Hoy comprendo mejor a las personas que me dijeron que lo malo de la radio es que cuando te enamoras de ella, no la puedes soltar más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor... comentarios maduros, inteligentes y respetuosos...