Desde afuera pudiera parecer que no es más que un cambio de color en un pedazo de tela, pero para César es un orgullo inmenso. Sobre todo porque ya no será un fiñe.
Ya sueña con ser pionero explorador y hacer suyos los cuentos de los grandes, de las excursiones al Valle del Yumurí, a Monserrate y a la Loma del Pocito.
Fue su amigo Víctor, que ya termina el sexto grado, quien le amarró al cuello la nueva pañoleta, mientras ambos se felicitaban: uno por la graduación; el otro por el atributo.
No todos los niños tuvieron el privilegio de que un amigo de verdad o un hermano les entregaran la pañoleta, pero todos la recibieron por igual de manos de un compañerito en las escuelas matanceras, este 6 de julio, mientras se despedían del curso escolar.
Es verdad que la ceremonia se repite todos los años, pero siempre es un acontecimiento para los niños que pasan del tercer al cuarto grados, y para los padres, que no saben qué hacer con lo rápido que se empinan los pequeños.
La pañoleta todavía huele a nuevo, pero ya está empapada de sudor por las carreras que dio César después, mientras en una sencilla fiestecita, decía adiós a sus compañeros de aula, hasta septiembre.
César llegó a la casa, tiró el uniforme porque estaba apurado para irse a jugar fútbol con su hermano, pero se detuvo para quitarse con cuidado la pañoleta, la dobló y la puso sobre su cama.
Y es que hoy, ese pedazo de tela roja, es un tesoro que lo hace sentirse importante.
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| Vitico se prepara para ponerle la pañoleta a César |
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| No todos los niños tuvieron la suerte de que un amigo le pusiera la pañoleta |
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| César con sus mejores amigos del aula: Marcos y Maikol |
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| César con Lizt lauren, la novia; pero ella no lo sabe... |
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| César con su hermano Fidel Alejandro, de vuelta a casa |
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