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martes, 21 de enero de 2014

Venta de carros en Cuba, ¿cómo quedar bien?

Dice mi vecino Bebo, vendedor ambulante de productos agrícolas por cuenta propia, que “los precios de los carros son una locura, que se enteró que un carro de segunda mano cuesta 20 mil dólares o más y que a él le da lo mismo porque no puede soñar con eso. Con los arreglos que le está haciendo a su casita tiene bastante”.

Sin embargo, otro conocido del barrio, Emilio el botero, está contento. Él pensaba que su viejo almendrón con motor petrolero de pronto iba a desvalorizarse en el mercado de la compraventa y nada de eso, “estoy tranquilo porque todo sigue como está”, dice mientras sale hacia la piquera a trabajar.

A un amigo de un amigo por poco le da un infarto cuando supo la noticia de que liberaban a partir del 3 de enero la venta de autos nuevos y de segunda mano en las agencias estatales, sin que mediara permiso alguno del Ministerio de Transporte. Él había comprado dos cartas para hacerse de dos autos a precios preferenciales y hasta había “gestionado” un número en la enorme lista de espera. "¡Qué clase de embarque!", dice mi amigo que le comentó en un mensaje de texto.

Por estos días en las calles de Cuba, en las paradas, en las bodegas, en las esquinas, en las barberías y en cuanto lugar se reúnan más de dos cubanos el tema es la autorización de la venta estatal liberada de autos a personas naturales, que fuera anunciada en el último Consejo de Ministros efectuado a finales de diciembre de 2013.

Las opiniones son bastante encontradas, sobre todo entre quienes han logrado un mayor poder adquisitivo o aquellos que después de haber cumplido su misión internacionalista esperaban por su turno para tener su carrito con las facilidades de precio módicos que les daban.

Pero a la mayoría de los trabajadores estatales ni les va ni les viene. Quienes viven de un salario en Cuba tienen otras urgencias como comer y vestirse, y “si como aseguraron, el dinero que se recaude sirve para mejorar el transporte público, bienvenido sea”, coinciden casi todos. 

“Eso no es ni con nosotros, ni para nosotros”, me dijo un colega esta semana con toda la razón del mundo. “Quienes van a comprar sus carros allí son los mismos que iban a comprarlos en la calle, lo que ahora tienen la ventaja de que por lo menos pueden tener un carro casi nuevo sin caer en ilegalidades”.

En lo que sí coinciden casi todos los cubanos, interesados o no, posibilitados o no de comprar, es en que los precios están demasiado altos en comparación con el mercado mundial, si se tiene en cuenta que el cuc hasta hoy más o menos se equipara al dólar norteamericano, según la política cambiaria que rige en el país.

Desde que fuera anunciada la medida, con la cual se pretenden eliminar restricciones que con el tiempo perdieron su razón de ser, entre ellas trabas administrativas como las famosas cartas, se dijo que la venta se haría a precios minoristas semejantes a los que reconocía hasta entonces el mercado entre particulares. Pero nadie imaginó que los precios fueran tan exorbitantes.

Los cubanos somos críticos natos. Primero, y con toda razón, criticábamos que no se podían vender carros. Cuando al fin en 2011 liberaron la compraventa, y acabaron con cientos de miles de ilegalidades, criticábamos que no se podían comprar carros nuevos o de segunda mano de manera liberada al estado. Y ahora que liberaron la venta en agencias estatales, criticamos que los precios son muy elevados.

La mayoría de la gente no comprende que el país sigue en la misma situación económica comprometida, y que esta no es una medida de carácter popular para beneficiar directamente al pueblo trabajador, sino que tiene como finalidad eliminar el mecanismo burocrático que traía aparejadas ilegalidades de todo tipo.

No se adecuan estas normas para que los cubanos todos cumplan el sueño de tener su carro, que es un sueño legítimo, pero lejano para la mayoría en las actuales condiciones, cuando existen otras prioridades, como mejorar la situación alimentaria o trabajar para incrementar el salario medio. 

Si en algo contribuirá esta medida será a mejorar el parque automotor cubano, dominado hoy por los viejos almendrones norteamericanos y los resistentes ladas soviéticos. Además contribuirá a recuperar dinero circulante y en cierta medida al ahorro de combustible y a la protección del medio ambiente, pues la mayoría de los autos en venta son menos gastadores y más protectores.

Sabemos que los escogidos que tenían cartas son los más preocupados por la situación, y no solo los que como el amigo de mi amigo la compraron por sabrá dios qué vía, sino aquellos totalmente en regla, pero que tuvieron que dar decenas de viajes a la capital y esperar meses por una firma. Se aclaró que ellos tendrían prioridad cuando se comenzaran a vender los autos, pero eso sí, diciéndole adiós a los precios módicos que antes les ofertaban.

Claro, que además del hecho de perder la carta o de los altos precios, las personas que iban a comprar su carrito piensan en cuánto cuesta mantener un carro nuevo o de segunda mano, un lujo que no pueden darse quienes no tienen una entrada grande y fija de dinero. Eso sin contar con la falta de piezas de repuesto, neumáticos y baterías, que se anunció se deberá garantizar su disponibilidad en las tiendas sin fines recaudatorios, pero es algo de “ver para creer”. 

No creo que esta medida tenga un gran impacto entre la mayor parte de la población cubana que esperará por la prometida mejora del transporte público. Hay quienes aseguran que por un tiempo los almendrones y los Ladas seguirán reinando en las carreteras cubanas, y que tener un carro en Cuba seguirá siendo un sueño demasiado alto para las personas honestas que viven de un salario.

Cuando más, por ahí deben andar cabizbajos algunos pescadores tramposos que ganaban a costa del río revuelto de las prohibiciones y las trabas burocráticas; y por supuesto, aquellos autorizados que vieron derrumbarse el sueño de tener su carrito a precios que oscilaban entre 2 mil y diez mil cuc.

Ciertamente serán esos trabajadores de la salud, el deporte u otro sector de los priorizados que tenían sus cartas y apenas unos miles de cuc ganados honestamente, quienes peor parados queden y con quienes quizás se debió cumplir los pactado de forma excepcional.

Por lo demás, hay que reconocer que con los precios de los carros se fue la mano y duro, que no deberían tomarse como referencias para fijar precios estatales los exorbitantes que imponen en el mercado callejero la escasez y el subdesarrollo.

Claro, que quienes vivimos aquí sabemos que el de los precios es un asunto que, si tenemos en cuenta el poder adquisitivo del cubano medio, en el caso de un auto nuevo o de segunda mano es quizás donde menos nos importa.

Los cubanos de a pie tenemos otras prioridades y ansiamos otros cambios que nos permitan vivir primero más holgados, antes que pensar en comprar un carro.

Lea aquí el post original y los comentarios que generó en la Web Radio COCO: Venta de carros en Cuba, ¿cómo quedar bien? 

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