A propósito de una tesis de Periodismo

  Este que comparto con ustedes es el Informe de tutoría de la tesis de grado de Lilian Casabona Dihigo. Me tocó acompañarla en esta travesía de casi un año para obtener su título de Licenciada en Periodismo. 

  Se supone que los informes deban ser formales, pero nunca me he acogido mucho a esa norma. Creo que la discusión de una tesis es un momento formal, pero también emotivo. Esto fue lo que escribí para ella, para Lilian, la muchacha de Jovellanos, que desde septiembre será mi colega:   

   No recuerdo si estaba aún en segundo o tercer año de su carrera de Periodismo la primera vez que Lilian Casabona Dihigo me dijo, pensé yo, jugando: “profe, yo quiero hacer una tesis de radio y que usted sea mi tutora”.

  Andaba entonces enredada con otras tesis de periodismo radiofónico y apenas presté atención a la mulatica flaquita y jacarandosa, siempre sonriente, que ya tenía bien claro su futuro. Si mal no recuerdo hablamos alguna vez de hacer un estudio de la desaparecida revista Órbita, para proponer cambios; o de proyectar una redacción cultural en Radio 26.

  Todos los años, mientras me veía en el ajetreo pre-tesis con Wendy y Marlevys, primero; y con Lisandra después, Lilian me recordaba: “usted va a ser mi tutora”. Y cuando creí que lo había olvidado y que ya “se había echado en el bolsillo” a alguien con más capacidad que yo, porque para eso tiene una facilidad “del diablo”, volvió Lilian sobre sus pasos y me convirtió en su tutora.

  Debo escribir (o decir) aquí, en este informe, que de todos los estudiantes que he tutoreado hasta el momento, y que ya cuentan cuatro de probada calidad, Lilian es la única que me ha hecho sentir que yo le quedaba chiquita. Chiquita en todos los sentidos: en lo profesional, en lo humano, en la disciplina, en el olfato, en la independencia y sobre todo, en la valentía.

  La tesis de grado y el documental que acaban de escuchar, aunque ella insista en llamarme asesora, apenas tienen mi mirada. Lilian es de esas personas que caminan solas, que les basta con que les enseñen una vez el camino para ellas recorrerlo hasta el final.

   Podría hacer la historia completa del proceso de investigación para su tesis, de cómo accedió a las fuentes, de sus viajes de Jovellanos a La Habana, de cómo se agenció los teléfonos y de las llamadas atrevidas a las casas de algunos intelectuales de renombre que la recibieron gustosos.

  Podría contarles sobre su dedicación durante el proceso de realización, de lo celosa que fue al escribir el guion, del desvelo porque la música fuera la ideal, de sus cuidados al seleccionar los fragmentos de entrevistas que usaría, de cuántas veces los limpió del ruido, o de que grabó las voces de los entrevistados a la vez con una grabadora y con el celular, “por si acaso”.

  Podría hablarles de cómo eligió al equipo de realización que deseaba y necesitaba: locutores, actores y realizador de sonido y cómo supo aglutinarlo y trabajar con él, como si fuera una experimentada directora de programas de radio.

  Quiero aprovechar esta oportunidad para decirle a Lilian que hubiera querido dedicarle más tiempo, que me hubiera gustado acompañarla en sus aventuras para adentrarse en el espíritu de la rumba y los rumberos, y luego haberla guiado mejor hasta el final. Pero sé que ella me entiende.

   Quiero aprovechar esta oportunidad para decirle que la admiro, y que me hace sentir envidia sana. Ella es como yo quisiera ser si tuviera de nuevo 23 años. Lilian, que no lo dude la dirección del medio que la recibirá en septiembre, está lista para lograr lo que ella quiera.

  El documental que acaban de escuchar, porque tengo que hablar del documental, no es un producto comunicativo con grandes pretensiones. No. Su pretensión es parecerse, de punta a cabo, a la rumba, a ese ritmo cubanísimo que nació en Matanzas y en La Habana, y cuyas raíces matanceras Lilian ha querido develar.

   Con El tambor de los orígenes Lilian no solo pone a disposición de la radio provincial un material sonoro que describe la presencia de la rumba en Matanzas, sino que rinde homenaje a todos los rumberos que cultivaron y cultivan el género. Pero sobre todo nos hace cuestionarnos sobre el espacio que abrimos en nuestros medios audiovisuales a un ritmo que es tan importante para nuestra cultura como el danzón.

   Es verdad que el de Lilian no es el primer documental radial que nace como resultado de una tesis de grado de la carrera de Periodismo de la Universidad de Matanzas, pero igual sigue manteniendo el valor de lo nuevo, por cuanto, a pesar de las investigaciones realizadas sobre el tema, el género periodístico sigue estando casi ausente en las producciones radiales de la provincia.

   Lo que sí es nuevo es el tratamiento a la rumba en un producto sonoro de alto vuelo. Con su documental Lilian deja constancia sonora del pasado, presente y futuro del complejo músico-danzario que a pesar de haber sido declarado Patrimonio Cultural de la Nación cubana, sigue cargando con el estigma de la marginalidad.

   Cuando hace unos días supimos de la muerte de Minini, el director de ese grupo emblemático de la rumba en Matanzas que es AfroCuba, lamenté con Lilian que aún no hubiera defendido su tesis de grado, porque su Tambor de los orígenes en la programación de Radio 26 habría sido un hermoso homenaje a Francisco Zamora Chirino.

   De todas maneras, creo que aún lo puede ser. Lo ha sido. Y creo que Minini coincidiría conmigo en pedir, para esta hija de Jovellanos, de Matanzas y de la rumba, que es Lilian Casabona Dihigo, la máxima calificación.

                                                                                Matanzas, 5 de julio de 2016