Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

sábado, 3 de octubre de 2020

Los niños también mueren de Covid-19


Hace unos meses, en pleno pico de la pandemia de Covid-19 en Cuba, cuando el encierro en casa desesperaba, en el área deportiva de la Secundaria Ramón Mathieu, frente a mi casa, algún que otro grupo disparatero de muchachones se aventuraba a jugar baloncesto o fútbol. Sin embargo en esa etapa nunca encontré a un niño en la calle, ni siquiera a los más revoltosos.

La cosa empezó a relajarse en julio, con la llegada de las “fases 2 y 3”, con el “veraneo” y las ansias reprimidas por salir y compartir. Grupos de chiquillos empezaron a disfrutar del mataperreo, ese sano deporte infantil que incluye cualquier juego que conlleve ejercicio físico y cuyo requisito indispensable es que se practique en la calle.

El mataperreo no entiende de manos limpias ni de nasobucos, por más que los padres se empeñen en alertar. ¿Cómo asegurar que un niño mantenga su tapabocas bien puesto mientras juega a los escondidos o a “las cuatro esquinas”?

Pero eran pocos y casi siempre mayorcitos.

Hoy el panorama es otro. Al parecer el retorno a la escuela ha enviado a los padres el falso mensaje de que estamos en plena normalidad. Hasta niñas de “su casa” andan por la calle, con nasobuco y pomo de alcohol en manos, ¡pero en la calle! Van a casa de la amiguita, porque, “¡total, si van a la escuela por el día, qué tiene que ver!”

Es común también, e imperdonable, encontrar a criaturitas en edad preescolar con sus padres o abuelos caminando por las aceras a cualquier hora, sentados en una esquina, en un parque o, lo que es peor, esperando en una cola interminable.

Cuba vive un rebrote de la enfermedad que ha obligado a provincias como La Habana a regresar a la fase de transmisión y a otras, entre las que se incluye Matanzas a cerrar Consejos Populares completos o declarar cuarentenas en algunas áreas específicas.

Desde el inicio de la pandemia los niños han sido de los menos afectados. Casi siempre permanecen asintomáticos o con síntomas leves y por lo general no mueren de Covid. En Cuba no ha muerto ninguno. Quizás por eso, el peso de las campañas de comunicación se ha inclinado a la protección de los ancianos y las personas vulnerables.

Según datos aportados por el Centro provincial de Higiene y Epidemiología, en Matanzas, desde el inicio de la pandemia, han sido positivos al Sars Cov-2 un total de 23 menores de 19 años. Todos han rebasado la pandemia sin complicaciones. Sin embargo hace unos días la noticia de un adolescente de 15 años en estado grave en Cuba nos ponía en alerta.

Sobre los niños y la Covid-19 alarma, por ejemplo, la cantidad de contactos que aparecen cuando son notificados como positivos. Uno se pregunta ¿cómo es posible que un niño de menos de un año, por ejemplo, tenga más de 20 contactos, cuando se supone que 6 deba ser bastante?  

Es verdad que los infantes por lo general no desarrollan fases graves de la enfermedad. Pero incluso a los asintomáticos se han demostrado que les quedan secuelas para toda la vida, cuyas implicaciones aún no conocemos. En Villa Clara un estudio ha demostrado que les provoca afecciones cardiovasculares.  

La reanudación del curso escolar, hecho ansiado pero a la vez temido por muchos padres, fue un paso dado por nuestro gobierno con el fin de echar a andar el país, algo que hay que hacer definitivamente en algún momento; pero esto no se puede convertir en catalizador para permisividades por parte de la familia.

Asistir a la escuela es un deber. De más está decir que la familia tiene una responsabilidad inmensa en que ellos cumplan allí con la disciplina impuesta. Pero luego, en casa, hay que mantener los mismos cuidados, el mismo control, las mismas prohibiciones y la misma creatividad para entretenerlos y paciencia para retenerlos.

Si hay niños en la calle es porque nosotros, los padres, se lo permitimos. Aunque nos duela, debemos reducir la cuota de besos y abrazos, posponer el “mataperreo” y las visitas a casa de los amiguitos y no cansarnos de explicarles todos los días que deben aguantar un poquito más.

Tienen que aguantar no solo porque haya que cuidar a los mayores de la casa, sino por el bien de ellos que son lo más preciado y porque, como ha dejado claro el Doctor Francisco Durán y usted puede comprobar si hace una búsqueda rápida en Internet, los niños también mueren de Covid-19.

 

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