Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

jueves, 25 de febrero de 2010

Satisfacciones de la Feria


Por: Yirmara Torres Hernández

Hace unos años gastaba mucho dinero, casi todo el que me daban mis padres para estudiar en La Habana, en libros. Las librerías de Casa de las Américas, la UNEAC y las muchas de volúmenes viejos que hay en la capital cubana eran mis sitios favoritos.

Y en las Ferias del Libro me afilaba los dientes e igual me quedaba sin un kilo. Pero desde hace cinco años ya no busco libros para mí. Ahora mi mayor satisfacción es comprarlos para mi hijo.

Él solo tiene seis años, y aún está aprendiendo a leer. Pero desde que no sabía hablar le empecé a guardar libros, y así, en todas las ferias hasta ahora he logrado conformarle una pequeña biblioteca, la que hubiera querido para mí de pequeña.

No es que yo no tuviera libros en mi infancia. Mis padres me compraron bastante, porque en la década de los 80 los había en todas las librerías y eran baratos. Pero para mí nunca eran suficientes.

Y para colmo mi mamá los fue regalando a medida que fui creciendo y apenas pude conservar unos cuantos. Y si algo nunca me ha gustado prestar ni regalar son mis libros. ¡Las peleas con ella por darlos eran campales!

Por eso al tener mi hijo tuve que empezar de cero. Pero aún así no faltan La Edad de Oro, el Principito, Había una Vez, las tres ediciones anteriores de Chamaquili (esos libros preciosos de Alexis Díaz Pimienta), Oros Viejos, La Flauta Mágica, el Cochero Azul, Las Cartas de Martí a María Mantilla, los Cuentos de los Hermanos Grim…

La lista es larga, y gastaría cinco o seis párrafos para mencionarlos todos.

Pero no es tener los títulos lo que me llena, ni ir a la Feria del Libro, esa fiesta maravillosa que llega todos los años por estos días de febrero a Matanzas y me coge siempre sin mucho dinero, sino saber que le estoy dando a mi pequeño la oportunidad de ser una persona culta.

Pero por ahora, en lo que crece y va aprendiendo, lo que más satisfacción me da es que con apenas seis años, César se acuesta a leer, y devora unos, dos, tres y hasta cuatro libritos de un tirón. ¡Y eso que no ha terminado de aprender todas las letras oficialmente en su escuela!

La Feria nos da miles de satisfacciones, pero para mí no hay otra mayor que saber que mi hijo ya ama la lectura.

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