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lunes, 20 de febrero de 2012

Juego de las Estrellas, un regalo para abuelo Juan

Mi abuelo Juan Torres, el impedido físico que jamás ha podido soltar los ariques de guajiro, que solo se quita el sombrero para comer y dormir, cumplió este 19 de febrero 90 años.

Mi abuelo está vivo de milagro. Y tal vez los médicos que lo salvaron del derrame cerebral hace casi 40 años, que le hicieron la traqueotomía y lo tuvieron internado por más de tres meses entre la vida y la muerte, no crean que Juan Torres pueda estar vivo.   

Pero mi abuelo Juan no solo sobrevivió, sino que se rehabilitó y volvió a su finca La Esperanza en Cuatro Esquinas, Los Arabos, e hizo una vida normal.


Mi abuelo aprendió a hablar de nuevo, enderezó su equilibrio para poder caminar, aunque fuera arrastrando el pie derecho, se entrenó para comer con la mano izquierda y tomó las riendas de su finca.

Cuando yo nací mi abuelo seguía mandando en la familia, guataqueaba campos enteros de yuca, el platanal, cortaba caña y le daba la puñalada al puerco cuando había matazón.

Mi abuelo montaba a caballo, y cuando mi hermano y yo empezamos la escuela, todas las mañanas nos sacaba hasta la carretera para que no nos enfangáramos los zapatos. Tondique se llamaba aquel caballo manso, en el que mi abuelo además, iba a la bodega a comprar los mandados.

La vida de mi abuelo siguió su curso normal cuando se mudó para Colón. Llenó el patio de matas y se aseguró de tener un lugarcito para criar un puerco y tener gallinas.  Además, desarmó la vieja bicicletica rusa de gomas macizas que el mismo nos había comprado a 80 pesos, e hizo un carretón para cargar mandados de la bodega, a falta de Tondique.

Mi abuelo ya no va a la bodega. Pero no porque no camine o su mente no esté clara, sino porque comenzó el glaucoma de nubló la vista.

Mi abuelito Juan, ese que me defendía de los regaños de mi mamá cuando yo era pequeña, que me malcriaba hasta lo irracional y que pensaba que yo era la mejor niña del mundo, cumplió 90 increíbles años.

Y su cumpleaños lo celebramos viendo todos juntos el Juego de las Estrellas. Porque mi abuelo es fanático a la pelota.

 Juan Torres no pudo ir al estadio Victoria de Girón, de la ciudad de Matanzas este domingo. Primero porque vive en Colón, porque los viajes largos lo marean, porque subir escaleras es algo que nunca volvió a hacer, y porque en definitiva, solo ve bultos en la distancia.

Pero estuvo toda la tarde en el viejo sillón del mismo juego de sala que tiene desde que se casó, en la salita de su casa en Colón, atento al Juego de las estrellas, ese regalo que Matanzas le hizo por su cumpleaños.

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