El otro día un colega que vive hace muchos años en La Habana
me hizo entender de manera diferente el hecho de que para su cumpleaños 325 en la
ciudad de Matanzas no se concluirían varias de las muchas obras que se han
emprendido aquí.
Luis Sexto, que más que colega es maestro, y quien siente un
cariño especial por Matanzas, me dijo sin muchos titubeos ante mi insistencia
de “mire profe, ¿vio todo lo que se está haciendo?”: “¡si están armando todo
este alboroto por el 325, qué no harán cuando Matanzas cumpla 500!”
La sentencia tajante del profe me hizo ver el vaso medio
lleno y gracias a esa perspectiva pasé de ser una escéptica con tendencia a lo
negativo a una confiada con inclinaciones a la esperanza. A
veces hace falta la visión de alguien que está fuera del problema.
Y no es que yo misma no entendiera, porque además como
periodista he estado muy cerca de cada momento que se ha vivido en la lucha por
echar a andar el plan de restauración de esta ciudad, la primera moderna de
Cuba, como no se cansa de señalar Alicia García Santana o la neoclásica por
excelencia, como nos recuerda Ramón Recondo Pérez.
No es eso. Es que ya el 325 está aquí y la gente se
desespera. Y en las paradas se comenta que tal obra es imposible que concluya,
y se especula si el Sauto abre o no, y si la Escuela de Oficios, fundamental
para todo lo que viene después, marcha atrasada. La gente habla a veces porque
le falta información.
Pero el profe Luis Sexto está en lo cierto. Los matanceros
nos desesperamos, pero no hay por qué, ya empezamos. Mal estábamos hace unos
años cuando la ciudad se nos caía a pedazos y no podíamos hacer nada porque no
había recursos, porque no había dinero para invertir en nuestras principales
edificaciones o no teníamos a ese Quijote conciliador que es Leonel Pérez
Orozco*.
De hace 5 años hacia acá la ciudad fue declarada Monumento
Nacional, fue creada la oficina del Conservador y se han destinado millones a
salvar para la posteridad nuestra arquitectura. Hemos visto cómo quedaban al
desnudo los adoquines de la primera cuadra de la Calle del Medio primero, luego
los de la segunda y ahora los de la Plaza de la Vigía.
Somos testigos de cómo edificios que nos dolían comienzan a
recobrar sus bríos, poco a poco, porque el deterioro era mucho. Ahí están lo
que será la Oficina del Conservador, el majestuoso Teatro Sauto, el Cuartel de
Bomberos y detrás la Sede de la Banda de Conciertos de Matanzas.
Narváez, un sueño que parecía imposible, le ha dado a la
ciudad otro aire, con un paseo a la orilla del río San Juan que no tiene nada
que envidiarle a ciudades del mundo que muchos admiramos. Y entre las calles Milanés
y Contreras encontramos un parque de La Libertad que renace bello para
beneplácito de quienes un día junto a nuestro semanario Girón elevamos un
“réquiem por nuestro parque”.
Son muchas las obras, algunas no tan llamativas, pero igual
de importantes. A veces molesta el polvo, los escombros por doquier, las calles
cerradas... Y quisiéramos que todo anduviera a más velocidad, pero es
imposible. ¡Piensen cuántos años (más de
15) pasamos para restaurar la Sala White!
Todo no es perfecto. Aún quedan rezagos del triunfalismo que
nos hacía apurar obras porque había que inaugurarlas en tal fecha y luego nunca
se terminaban, aún a veces no le consultamos decisiones muy importantes a
quienes más saben porque no nos gusta lo que nos dicen o invertimos en tareas
que no merecen prioridad, pero por suerte, eso es cada vez más “cosa del pasado”.
Apenas estamos comenzando. Nos desesperamos y es lógico. Matanzas
merecía esta devoción que le rendimos ahora. Merece aún más, pero estamos a
tiempo de corregir el tiro. Los matanceros debemos involucrarnos más porque
conservar una ciudad no es tarea solo de los políticos, los gobernantes, del
Conservador o los constructores, sino de todos.
Ya las autoridades gubernamentales han asegurado que hay financiamiento planificado para
continuar y el otro día alguien, cuya mano ha estado de forma anónima tras todo
este movimiento constructivo, anunció “inteligentemente” que el 2019 es el
primer año de los 230 de Matanzas.
Si repasamos bien, las ciudades mejor conservadas de Cuba
tienen o sobrepasan los 500 años. Tal vez nos gane Cienfuegos, que a punto de
arribar a sus 200 es ya un paradigma de urbe. Pero en La Habana Eusebio Leal,
que es el ejemplo de los ejemplos en esto de la restauración, ha trabajado sin
descanso desde hace décadas y aún le falta un mundo.
En muchas reuniones he escuchado que el 325 es un punto de
partida, pero yo prefiero verlo como un punto en el camino, que no es el inicio
ni el final, sino otro cumpleaños más, que, corto o no, nos ha servido a los
matanceros para armar el mejor de los alborotos, el que nos conducirá dentro de
unos años, profe Luis Sexto, a habitar una ciudad más hermosa aún, si es que
eso es posible.
#Matanzas a sus 325
Fotos tomadas del perfil en Facebook del periodista José Miguel Solis
* Leonel Pérez Orozco es el Conservador de la ciudad de
Matanzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor... comentarios maduros, inteligentes y respetuosos...