Ojalá encuentren aquí un pedazo de Cuba, de su alma y de su gente... un poco de Matanzas, y un poco de mí

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cuando los hijos echan a volar

Aunque aún faltan unos cuantos años para que mi pequeño de 9 años eche a volar definitivamente, este fin de semana recibí una probadita de ese sentimiento desgarrador de pérdida que sienten las madres cuando los hijos crecen y se van del hogar.

Cuando Odania, la instructora de Pintura de César, me pidió que le diera permiso para ir con otros niños del taller a la premiación del concurso Sembrando Cariño en la ciudad de La Habana, mi idea fue decirle que no.

No es la primera vez que él iba a la capital con ella, pero para quedarse a dormir, ¡ya esos eran otros cuarenta pesos!

Sin embargo, después de comentárselo al propio niño y a su papá decidimos que podía ir. César no era ganador del concurso, pero estaba invitado y por qué negarle esa posibilidad.

De más está decir que César estuvo toda la semana alterado, creyéndose más grande de lo que es y pensando en qué llevar de ropa para lucir bien, porque la niña que le gusta también iba.

Y yo, con mil miedos, pensando en todas esas cosas que pensamos las madres, y que por muy cuerdas que seamos no podemos evitar. ¿Y si le pasa algo y yo no estoy con él? ¿Y si no le gusta la comida? ¿Y si tiene miedo por la noche? ¿Y si le da asma?

Llegado el día de la partida comprendí que no era la única madre con tales preocupaciones. La mamá de Emily, que solo tiene siete añitos, estaba colorada y con los ojos aguados y la de Lizt Lauren terminó llorando. A mí solo me tuvieron que bajar de la guagua porque no quería desprenderme.

¿Y los niños? Ellos como si nada, locos porque nos fuéramos y los dejáramos disfrutar con los otros amiguitos y con esa maestra especial con quien aprenden cada semana a dibujar sueños.

Allá pasearon de lo lindo, fueron al Coppelia y dieron un paseo nocturno por la calle 23, hasta llegar al Malecón. Dice César que el edificio del Habana Libre es tan alto que le parecía que se iba a caer cuando le pasaron por el lado.

El domingo fue la premiación del concurso, que auspicia el Centro Félix Varela, en el Acuario Nacional de Cuba. Allí 8 de sus amiguitos del taller Meñiques del Futuro, recibieron sus premios y los regalos que les servirán para seguir pintando: pinceles, colores y acuarelas.

Ya César está de nuevo conmigo. Llegó con sus exigencias de siempre, llenando la casa de alegría y de malcriadeces. Me asombré de cuán grande es ya, de su responsabilidad, de cómo organizó sus cosas y se las arregló solito para que le cupiera todo en la mochila.

Me asombró cómo sacó sus cosas recién llegado y me explicó lo que estaba sucio y limpio, cuánto dinero había gastado y para qué. De paso me dijo que no entendía por qué tuvo que pagar el plato de helado en Coppelia, si era de coco y a él no le había gustado.

Yo no lloré en todo el fin de semana. Mis lágrimas no salen con tanta facilidad, pero desde el sábado por la tarde hasta el domingo en la noche, cuando César regresó, tuve un dolorcito clavado en el estómago, que subía hasta el pecho y a cada rato me ahogaba.

Y me pregunto: ¿será parecido lo que voy a sentir cuando César comience a salir de noche, cuando se quede a dormir en casa de la novia? ¿Será eso un adelanto del dolor cuando César ame a otra mujer más que mí o cuando me diga que se va a vivir a otro lugar? Si es así, creo que no lo voy a soportar.

3 comentarios:

  1. Jajaja...Lindo todo lo que cuentas, aveces resulta complicado explicar como lo siente cada cual, pero los buenos padres son así, y los buenos hijos también, no puedo darte consuelo, solo sentirme feliz por tu experiencia y más aún por la que el recopiló durante esa aventura.

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  2. Nunca sientas miedo, el amor de tu pequeño hombrecillo nadie podrá arrebatártelo, eres madre, amiga y muchas cosas más, estoy seguro que tu pequeño César dependerá tanto de ti como tu de él, sin miedos amiga,cuando llegue el momento de expandir las alas verás que el regreso al nido será siempre la primera opción, nosotros lo hicimos y cuantas veces añoramos el calor de esa madre que siempre recordamos, ya nos está atacando ese pequeño egoísmo de padres, pero qué lindo, señal de que queremos. Esquivel

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  3. Un placer haber encontrado tu rinconcito cibernetico... amo a Cuba y amo a su gente, lo mejor de la isla. Te invito a mi rincon.

    Besos desde la perla del Caribe: Venezuela!!!

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